Las crisis económicas como la actual tienen la curiosidad, cuando de la cosa pública se trata, de que siempre aparecen voluntarios bien pagados que nos recuerdan lo mal que lo hemos hecho. De forma impepinable aparecen estudios recordándonos lo carísimo que es el estado del bienestar y lo mal que se gestiona. Con las pensiones metieron el miedo en el cuerpo al personal, y se forraron con los fondos privados los mismos autores que generaron después el desastre financiero; dejaron a los incautos que no creían demasiado en lo público con la futura pensión esquilmada. A pesar de los augurios las pensiones públicas se siguen cobrando; y hay para rato.

Con la sanidad no falla; es como la niña bonita de los consultores, esos jóvenes tan agresivos y engominados que trabajan para multinacionales y que "dan su parecer". Esa es su función, lo cual no quiere decir que sepan mucho del tema. Siempre .nos amenazan con que vamos hacia un abismo inevitable si no se toman las medidas adecuadas. Algunos se limitan simplemente a diagnosticar y otros a dar recetas. Casi siempre liberalizadoras, faltaría más.

Recientemente ha aparecido un estudio, como no, sobre la viabilidad del sistema sanitario español, realizado por una empresa llamada McKinsey & Company. Los consultores de tan sesuda empresa que se dedica a asesorar a grandes multinacionales, que como todos sabemos uno de sus valores es el altruismo, no tienen nada que ver con el ámbito de la sanidad pública. La mayoría son ingenieros y economistas formados en las grandes escuelas neoliberales de gestión, uno de cuyos valores es "crear un entorno único para atraer y mantener a gente excepcional". Aunque parezca mentira asi aparece en su página web.

La conclusión básica a la que llegan en el estudio es que el sistema sanitario español no es sostenible con el esquema actual y que está abocado al colapso si no cambian la organización y los hábitos de los usuarios. Hasta ahora estábamos acostumbrados a que nos hablasen de nuevas formas de gestión que iban a mejorar lo público a las mil maravillas; pasando por lo privado, claro. A lo que no nos tenían acostumbrados era a que nos enmendaran la plana a los pacientes por derrochones y malgastadores. No puede ser que vayamos al médico cada dos por tres y le pidamos un cuarto y mitad de amoxicilina, nos vienen a decir.

Nos vaticinan la quiebra del sistema público, y se olvidan de que España es el país con mejores indicadores sanitarios y el que menos gasta de la UE; o sea, el más eficiente. Nos recetan medidas liberalizadoras, cuando todos tenemos el ejemplo de la disminución de la calidad de los servicios en todos aquellos intentos de privatización, clara o encubierta, que se han hecho (Gran Bretaña, Madrid, Valencia…). El informe no aporta ninguna evidencia de que el sistema sanitario español esté en riesgo. Lo que sí destila es un tufo mercantilista que, como siempre, propone que apechuguen los usuarios con parte del coste. El famoso copago y las mismas cantinelas del vetusto informe Abril de hace casi 20 años, que no daba ni un lustro de vida al sistema sanitario público español.

Los augures no quieren saber nada de la fuente de ingresos extraordinaria que supondría acabar con la gran bolsa de fraude fiscal que hay en este país, donde no suelen pagar más lo que más tienen. Algo muy sospechoso, por lo que habría que recordarles que cuando de un servicio público se trata la palabra dividendo está prescrita.

A pesar del gran batacazo de la crisis económica provocada por la codicia de los neoliberales, estos no cejan en su empeño por instaurar el mercado en la sanidad pública. Todos sabemos a lo que conduce eso, a una sanidad para ricos y otra para pobres. Que se lo pregunten a Obama, que ya tiene su proyecto de reforma sanitaria en el Senado.

Los gestores de la cosa pública, tan aficionados a los informes externos, han de cuidarse muy mucho de los resultados que les ofrecen estos augures modernos. Como dice El Roto en uno de sus geniales chistes: "lo más interesante de un informe es quien nombró a los expertos".