Aunque parezca paradójico, no lo es. El mal tiempo, o sea las lluvias intensas o el viento –que sería lo propio a estas alturas del calendario– no suele ser un buen acompañante del comercio, porque la gente tiende a quedarse en casa. Todo lo contrario de lo que ocurre este mes, con unas temperaturas dos grados por encima de la media. Los consumidores salen a la calle, pero no compran. Por una parte hay poco dinero en el bolsillo y por otro, el buen tiempo no invita a comprar lo que lo hay en el escaparate: prendas de abrigo y estufas. La ropa de invierno sigue en los armarios y, por supuesto, en las estanterías de los comerciantes, que se desesperan viendo como un año más pasa el otoño vendiendo poco, muy poco. Algunas tiendas no han vendido –según el vicepresidente de la patronal Afedeco– ni las dos terceras partes de lo que sacaron en 2008, que ya fue un año malo.

Como se dice hoy en de este periódico, la meteorología se ha aliado con la crisis económica para hundir a un sector con una salud más que delicada. El consumo eléctrico ha disminuido un catorce por ciento y es que, claro, con una temperatura media de 17 grados y máximas que rozan los 28 ¿quién necesita abrigo o encender la calefacción? Lo que para unos es bueno, para otros es malo. Lástima que los hoteles hayan sido poco previsores y lleven dos meses cerrados a cal y canto. ¿No sería aconsejable aprovechar las altas temperaturas de este otoño para promocionar la tan necesaria desestacionalización? El problema es que nadie puede asegurar el tiempo que hará los próximos meses y muy pocos, con la crisis galopante a cuestas, quieren arriesgarse.

Los hoteleros lo confían todo al verano. Los comerciantes, en cambio, abren todo el año y cuando el tiempo no acompaña o los compradores se quedan mirando el mostrador, no les queda más alternativa que esperar a las rebajas. Con el agravante de que el año pasado las rebajas de invierno fueron espectaculares, lo que –unido a las altas temperaturas– hace que la mayoría de consumidores hayan decidido esperar a enero, para beneficiarse de los descuentos. Este estado de cosas beneficia a un consumidor mal acostumbrado, pero causa estragos en uno de los sectores que más empleo crea en esta isla. Una pescadilla que se muerde la cola y que no parece que tenga remedio a corto plazo.

Por lo que hace al tiempo, su extraño comportamiento obliga a pensar en el cambio climático y en lo irreversible de sus consecuencias. Incremento de temperaturas, aumento del nivel del mar… etcétera, etcétera. Dice Agustí Jansà, el director del centro meteorológico, que no hay que confundir cambio del tiempo, que por su propia naturaleza es variable, con cambio climático. Las escasas ventas de ese otoño no son consecuencia de que haya cambiado el clima sino de que hace buen tiempo, pero a la larga –como ocurre con los fallos estructurales de la economía– al final, la comprobación reiterada de que los inviernos son cada vez más cálidos, nos lleva a entender que el clima está cambiando de verdad. La crisis no se debe sólo a una mala coyuntura. Y todos deberemos aprender a vivir con esta nueva realidad.