El ciudadano vive su propia realidad y la que le envuelve con perplejidad, cabreo y desconfianza. Además de la corrupción, que repercute en una grave y preocupante desconfianza en la política y los políticos, existe una percepción de falta de visibilidad de las posibles medidas que toman las diversas administraciones para hacer frente a las graves situaciones que afectan a personas y familias, así como para ir creando las condiciones orientadas a construir un sistema productivo más competitivo y que pueda garantizar un empleo estable y de relativa calidad. No olvidemos que para el ciudadano lo que no se comunica o no se ve, no existe. Más aún, y valga la ironía, es posible que no se comunique tal o cual proyecto o realización, ni se haga visible, simplemente porque no existe.

Comprendo que la tarea no es fácil en un momento de fuertes restricciones en las arcas públicas. Pero precisamente cuando los recursos son escasos es cuando se perfila la valía de los políticos, pues es entonces cuando se tienen que priorizar unas actuaciones por encima de otras. Por eso, además de priorizar las políticas sociales básicas y seguir garantizando el sistema público educativo y sanitario, es imprescindible tomar medidas concretas de creación de empleo y seleccionar con criterio las inversiones públicas necesarias. Se supone que la herramienta adecuada son los presupuestos de las diversas administraciones.

Hoy voy a ceñirme a dos realidades. El Govern destina más de 20 millones destinados a promover la contratación de unas 2000 personas sin empleo. Quiero resaltar un objetivo que se me antoja como relevante. Los fondos destinados a la creación de empleo para menores de 29 años, combinando trabajo y formación. Hasta antes de la crisis, nuestros hijos no tenían ningún problema en encontrar trabajo en el mercado formal o informal y no necesitaban ninguna formación (de ahí los insoportables índices de fracaso escolar). Hoy la situación ha cambiado radicalmente. Los porcentajes de jóvenes sin oficio ni beneficio están ahí. Ahora, por vez primera, comienza a preocuparnos "el futuro de los hijos". El proyecto de Govern, si se desarrolla adecuadamente, tiene el valor no sólo de ofrecer empleo con carácter coyuntural (trabajo), sino que incluye contenidos de naturaleza estructural (formación).

En cuanto a las inversiones públicas, voy a referirme directamente al Plan de Carreteras de Mallorca. Teniendo los fondos de Madrid, resultaba difícil explicar la indefinición del Plan, aunque sea verdad que más vale tarde que nunca. No pretendo justificar el retraso, pero la realidad es que no resultaba fácil concretar el Plan. ¿Cómo compaginar no añadir más leña a un modelo territorial obsoleto con una estructura vial (combinada con transporte público) útil y necesaria? El resultado posiblemente no satisface a tirios ni a troyanos. Ahora llega el momento de la puesta en marcha y ejecución. Sin olvidar, también, su capacidad de reactivar parte del sector de la construcción y la creación de empleo.

Tampoco tiene porqué ser cierto que el ciudadano únicamente quiera un hiperactivismo desenfrenado, sin orden ni concierto, que definió al gobierno de Matas. Más allá de la corrupción, se percibe un desencanto, incluidas dosis de cabreo, por aquellos majestuosos proyectos basados en desarrollismos sin sentido. De aquellos polvos, estos lodos. Pero también sigue siendo cierto que "por sus obras los conoceréis" y que "obras son amores y no buenas razones". El buen político, especialmente en momento de crisis, es aquel que, después de reflexionar y escuchar, toma decisiones aun a riesgo de poder equivocarse. Aunque no sea a cualquier precio, hay que tomar decisiones.

El examen final será las elecciones. Entonces el ciudadano, con su voto, ratificará su confianza en los que gobiernan u optará por la oposición. Los gobernantes merecerán su consideración por sus buenos deseos, pero al fin y a la postre valorará sus obras, incluidos sus posibles errores. La oposición puede ser premiada de rebote por los errores de los gobernantes, pero además necesitará hacer visible que durante la legislatura ha sido capaz de articular alternativas concretas a las propuestas oficiales. En cualquier caso, no olvidemos el riesgo de una elevada abstención motivada por el desencanto ciudadano.