Llevo toda la vida oyendo una frase que supongo que todo el mundo ha dicho o ha oído decir. Es aquella de "Yo creo en Dios, pero no en los curas". Lo que no saben muchos de los que lo dicen u oyen es que esta afirmación fue una de las tesis que Martin Lutero clavó en la puerta del palacio de Wittenberg en 1517 y que marcó el principio de la reforma protestante. De donde me viene a la cabeza que en la católica España hay muchos luteranos ocultos, personas que, aún ignorándolo, son protestantes en conciencia, pero que, a pesar de sus heréticas opiniones, la mayoría de estas personas creen que son católicas. Su creencia es fácilmente perdonable; son personas a las que no se puede pedir un conocimiento a fondo de la historia y el dogma católicos. Pero el hecho es mucho menos perdonable en las autoridades eclesiásticas, que han seguido impertérritas sustentando la catolicidad de nuestro país, haciendo oídos sordos a la realidad de una nación nominalmente católica pero que esencialmente desobedece a Roma.

La contradicción siempre me hizo pensar (quizás soy poco caritativo) que, para el clero, la esencia es menos importante que la apariencia. No les importa tanto lo que de verdad piensan los feligreses como lo que en su ignorancia aseguran. El caso es que mi falta de caridad hacia las autoridades religiosas se acentuaba cuando me enteraba de lo difícil que era apostatar en nuestra tierra. Los obispos defendían cada uno de sus bautizados con uñas y dientes. Nunca se preguntó a nadie si quería entrar, pero durante mucho tiempo se impidió salir, literalmente, a sangre y fuego. Aún hoy no es nada fácil borrarse de la lista de los bautizados. Lo dicho: parece que les importa más la apariencia que la esencia.

Pero en una decisión que en mi opinión es digna de aplauso, acabo de oír al presidente de la Comisión Episcopal diciendo con toda claridad que "quien apoye, vote o promueva" la nueva ley sobre el aborto queda automáticamente excluido de la Iglesia. Por el momento, parece que la ley saldrá adelante con los votos de la izquierda y también con los del PNV. No he hecho las cuentas, pero me parece que estos partidos deben representar a algo más del cincuenta por ciento de los españoles. Lo que significa que por primera vez la Iglesia reconoce que España ya no es católica. Si señor: al pan pan y al vino, vino; al Papa lo que es del Papa y a Lutero lo que es de Lutero. Se acabó la hipocresía.

Por supuesto, aún queda la prueba definitiva, que llegará con las próximas elecciones. Habrá que mirar con todo detalle (y supongo que la Comisión Episcopal no olvidará hacerlo) el número de votos que obtengan los partidos que próximamente votarán a favor de la ley, es decir, el número de españoles que, ya de forma oficial, dejaron de ser católicos. Lo cual debería tener muchas consecuencias.