Ha sido necesario que el país esté en franca recesión para que la mayoría parlamentaria decida poner fin al insólito, injusto y hasta escandaloso privilegio de que han disfrutado los futbolistas más cotizados. Como es conocido, el tipo impositivo que gravará el trabajo de los profesionales no residentes pasará del 20% actual al 43% a partir de los 600.000 euros anuales, que es el que pagan los demás mortales en este país. En todo caso, los futbolistas que tengan contrato en vigor mantendrán la actual fiscalidad durante cinco años. Aquella reducción se estableció mediante una ley –después llamada ley Beckham porque fue este futbolista el primer beneficiado famoso– para facilitar la venida a España de científicos e investigadores. Por lo tanto, con la rectificación de ahora no se hace más que cerrar una puerta que nunca debió abrirse. La Liga de Fútbol Profesional ha puesto el grito en el cielo ante tal reforma y ha amenazado incluso con una huelga. ¿Alguien se imagina a los cuatro millones de parados españoles contemplando la protesta airada por el fin de un privilegio de quienes ganan más de 600.000 euros anuales por sus habilidades deportivas?