Vivimos tiempos complicados; al menos, eso creemos. O tal vez todos los tiempos hayan sido complicados, pero la gente no siempre lo sabía porque no le llevaban hasta su misma casa el gran caleidoscopio del mundo, con sus bellezas y sus horrores. Tensiones, guerras y hambrunas no son un invento del siglo XXI, pero antes sólo se vivían si se daban en el territorio de uno, y hoy sucede lo mismo... relativamente. Porque en lo que sí ha innovado nuestra época es en la capacidad de transmitir, en tiempo real y a casi cualquier parte del globo, toda clase de acontecimientos, en particular los espeluznantes. Quizá también sea característico de nuestro tiempo ese gusto por lo morboso y lo macabro, aunque en este caso no innovamos. El género de terror y el gore aparecen desde muy antiguo unidos a una especie, la nuestra, que en el fondo y como Abraracourcix, se pasa el día temiendo que el cielo se le caiga sobre la cabeza.

Hace casi diez años contuvimos la respiración con el cambio de milenio, cuando brotaron tantas profecías como florecillas en un prado en primavera. Pues bien, apenas repuestos, ahora nos amenaza el fantasma del año 2012, cargado de tragedias sin cuento, que incluso augura el fin del mundo. El tema me sonaba muy de pasada de hace tiempo, pero, como muchos, he vuelto a recordarlo gracias al estreno el próximo día trece, viernes, de una película norteamericana en torno a esa fecha fatídica. Su director, Roland Emmerich, se ha especializado en cine de catástrofes y promete "una cinta apocalíptica que provocará un caos en el planeta". Justo lo que necesitábamos. Éramos pocos...

Lo cierto es que no faltará quien opine que estamos metidos hasta la rodilla en señales que nos avisan de que el fin está cerca. Por mi parte, y no es por fastidiar, yo ando escarmentada con lo del 2000 y voy a verlas venir. De entrada, me resisto a considerar el pim-pam-púm nacional como preludio de ese momento clave que, según los cálculos astronómicos, sucederá el solsticio de invierno de 2012: la superposición del sol con el punto de intersección de la eclíptica de la Vía Láctea y el ecuador. Tampoco acaba de convencerme el que los mayas predijeran que esto se acababa, aunque hay quien lo cree a pies juntillas: no hay más que darse una vuelta por Internet. Y es que, por un lado, me tranquiliza que Sony Pictures haya decidido invertir una millonada en la película, en lugar de ponerse a esparcir ceniza sobre sus cabellos en previsión del desastre.

Además algunos expertos opinan que el Anticristo ha de ser europeo pero, en vista de cómo anda la política en el continente, dudo de que ningún líder consiga tanto poder de convocatoria en sólo tres años... Aunque, mal mirado, tal vez sea precisamente el panorama político la señal más inequívoca de que algo se agita en la galaxia.