La ex directora de la Abogacía autonómica con Jaume Matas, Felisa Vidal, juró ayer su nuevo cargo de magistrada del Tribunal Superior de Justicia. En el solemne acto, en el que confesó vivir uno de los días más felices de su vida, estuvieron todos los que tenían que estar, su familia –plagada de ilustres juristas–, sus nuevos compañeros del TSJB, el conseller de Presidencia y, entre otras personalidades, Rosa Estaràs, la exvicepresidenta del Govern que la fichó para el Ejecutivo más polémico de la historia de Balears. Las palabras de elogio sobre su persona y su brillante carrera se sucedieron unas a otras y, sin embargo, las que se destacan en las informaciones periodísticas son las relativas a su elección, las que niegan que hubiera juego sucio o que la nueva titular de la sala de lo Civil y lo Penal del TSJB no vaya a ser todo lo imparcial que debe ser un juez o una jueza.

Nadie ha dudado nunca de los conocimientos jurídicos de Felisa Vidal, cuyo currículum, al parecer, era mejor que el de sus otras dos compañeras de viaje y así lo ha reconocido casi todo el mundo. De la misma forma que no se discute que el Consejo General del Poder Judicial tuviera capacidad para elegir a la candidata que quisiera entre la terna presentada por el Parlament. Pero en este caso concreto la elección era a propuesta del Parlament y una norma o costumbre no escrita sugería que la elección definitiva debía recaer en la candidata situada en primer lugar. Por decirlo de alguna manera, Vidal viajaba con billete de acompañante, pero –en contra de la propuesta consensuada en el Parlament– fue la que, ante la sorpresa e indignación de los socialistas, se bajó en primer lugar.

¿Por qué sorpresa o indignación? Porque desgraciadamente el mundo judicial se mueve entre equilibrios no siempre estables. Felisa Vidal formó parte del gobierno en una legislatura caracterizada por los muchos casos de corrupción que se han y siguen investigando. Ello no la descalifica como jurista, ni como miembro del Tribunal Superior de Justicia de Balears, pero es evidente que con ella el Tribunal escora aún más a la derecha. Y eso hace dudar a muchos. Ante esta sospecha, la propia Vidal dijo que ejercería la magistratura con "imparcialidad e independencia". Y más tarde, cuando los periodistas que cubrían su toma de posesión le preguntaron que qué haría si tuviera que instruir o enjuiciar un caso vinculado al PP, añadió que "aplicaría las normas relativas a la abstención como cualquier otro juez"

Es probable que el sistema de elección de magistrados no sea el más correcto o que el procedimiento se hubiera desvirtuado y que, en realidad, los vocales del Consejo General del Poder Judicial hicieron bien al valorar los méritos de Felisa Vidal por encima de los demás. En este sentido, Antoni Montserrat, miembro también del TSJB y ahora vocal del Consejo, intervino en el acto de toma de posesión para advertir "que sería un grave error pensar que (la nueva magistrada) va a actuar de forma predeterminada". En efecto, sería un error. Y por tanto, ahora no queda sino girar página y olvidarse de una sospecha –la sospecha de que hubo conspiración para que la elegida no fuera la candidata propuesta en primer lugar– que es, lamentablemente, la única nota negativa capaz de empañar la felicidad de la nueva magistrada.