Como es la primera vez que me toca publicar columna el Día del Libro, parecería extraño pasar por alto una celebración tan peculiar y hablar hoy de otra cosa que no fueran libros. Si quieren que les sea sincero, con el día de Sant Jordi me pasa lo mismo que con cualquier Feria del Libro: no sé muy bien qué pensar. Supongo que no resulta muy satisfactorio -a los columnistas nos pagan para tener siempre algo que opinar- pero es lo que hay. Por un lado, en tanto que escritor, debería estar satisfecho con un día de promoción del libro. Al fin y al cabo, produzco libros y ayudo a promocionarlos. Ahora bien, el concepto "libro" es muy amplio y no se puede olvidar que en Sant Jordi, ante todo, se venden libros y quienes más se la juegan, porque arriesgan más, son los editores y libreros. Por otra parte, igual que los otros 364 días del año, los "libros" que van a resultar más beneficiados son la media docena de títulos que de todas maneras se venderían sin Día del Libro. Los demás van un poco a remolque, como mi opinión al respecto.

No estaría de más proponer un breve listado de recomendaciones. La venta de libros, además de ser un proceso evidentemente comercial, pone en contacto autores y lectores que se desconocen pero comparten el espacio del libro durante el tiempo íntimo de la lectura. Estas son algunas novedades que han llegado a mis manos estos días.

Miquel Bezares es un reincidente. Ha vuelto a regalarnos una de sus primorosas recopilaciones de relatos, Terminal B (ed. Moll). El libro no viene a confirmar nada, porque la calidad de Bezares en la distancia narrativa corta estaba más que consolidada con sus anteriores libros, Susannes (1998) y, sobre todo, el magnífico Quan els avions cauen (2001). Se trata de una nueva muestra de su deliciosa capacidad para sugerir grandes personajes a partir de breves tramas a las que parece no sobrarles ni faltarles nada.

Roman Piña está empeñado en inventarse, él solo, una tradición de literatura humorística en Mallorca. Su última novela Stradivarius Rex (Sloper), más suelta y, tal vez por eso, más decantada hacia el esperpento, es una suerte de 1001 noches en que un mismo personaje encarna a una persona diferente cada día, lo que le permite a Piña pasearse por la diversidad no tan diversa de la condición humana. El primer capítulo, protagonizado por Bill Clinton, es desternillante. Tal vez las mejores páginas que Román Piña ha escrito nunca.

Cambiando de registro y de género, David Ginard y Margalida Capellà han coordinado varios artículos, propios y de otros historiadores como Pelai Pagès, Alfons Aragoneses o Javier Chinchón, en el volumen Represión política, justicia y reparación, publicado por Documenta Balear en su colección de libros en castellano "Plural". El libro es una nueva aportación a la corriente historiográfica que pretende y promueve una recuperación de la memoria histórica de los vencidos y represaliados por el Franquismo, en este caso, enfocando el tema desde una óptica que combina lo histórico y lo jurídico. El libro cuestiona el marco jurídico de la Transición, que dejó sin cerrar las heridas de los vencidos, englobándolo en el marco más amplio del derecho internacional y comparándolo con los procesos de transición de una dictadura a una democracia en países iberoamericanos.