Desde la despenalización del aborto en nuestro país en tres situaciones específicas (malformación fetal, violación, y situación de riesgo físico o psíquico de la madre), nos encontramos ahora ante un nuevo proyecto de ley que busca hacer legal lo que en este momento se hace burlando las leyes vigentes. Efectivamente, todos sabemos que en España se abortan desde hace años niños en cualquier semana de gestación, y que en el 99% están perfectamente sanos tanto ellos como sus madres. Y esto se hace sin tener consecuencias penales. No se suelen ver opiniones de médicos que se manifiesten sobre el aborto desde el punto de vista científico, y por este motivo quiero hacer desde esta tribuna una serie de comentarios.

Mi especialidad es la Pediatría, y pertenezco a la Sociedad Española de Neonatología (rama que se dedica al manejo del recién nacido). Vengo ejerciendo desde hace 32 años, y con mis compañeros de especialidad hemos ido avanzando en hacer sobrevivir niños cada vez más pequeños que nacen prematuramente. Los obstetras consideran aborto los niños que nacen durante las primeras 22 semanas de gestación, y que no son viables fuera del útero materno. Sin embargo, a partir de la semana 23 estos fetos pueden ser viables, y los neonatólogos luchamos para que sobrevivan. Del manejo de estos niños diminutos, que pesan alrededor de 350 gramos en adelante, hemos aprendido muchas cosas que son idénticas en niños que según las leyes actuales pueden ser abortados. Sabemos que tienen sensaciones de dolor, de placer, oyen sonidos, notan cambios de luz, sueñan, etc. Es decir, no por ser muy pequeños son diferentes a cualquier otro ser humano de mayor tamaño. La aparición de la ecografía en los años 70 nos permitió ver a los fetos en el vientre materno, y la ecografía 3D de reciente aparición nos deja conocerles mejor, pudiendo ver perfectamente el rostro que tendrán al nacer. Con tan solo nueve semanas de gestación, el feto -aunque tenga un tamaño de 2,5 centímetros- se identifica perfectamente como un niño, con sus pequeñas manos, pies, etc.

Uno de los obstetras pioneros del aborto en los EEUU, el doctor Nathanson, como resultado de aplicar el ecógrafo en el vientre de una madre mientras introducía la cánula de aspiración para triturar el feto, quedó sorprendido de ver cómo el niño huía del tubo y abría la boca como gritando. Esta grabación en video, conocida como el "grito silencioso", le hizo pensar sobre lo que estaba haciendo, y abandonó la práctica del aborto después de haber realizado con su equipo más de 80.000 abortos.

La biología molecular, la embriología y la biología del desarrollo han acabado con la discusión filosófico-teológica de cuándo empieza la vida humana. Los premios Nobel Watson, Crick, Kornberg y Severo Ochoa, con el descubrimiento de la estructura y síntesis del DNA, han dejado claro desde el punto de vista científico que la vida humana comienza con la fusión del espermatozoide y del óvulo, y que el nuevo DNA codifica en el periodo embrionario a un ser humano completo, que cuando es feto presenta ya la forma física y los rudimentos psíquicos de un ser humano, es decir se convierte en un niño diminuto.

En la inmensa mayoría de los casos la información que se les da a las madres que deciden abortar es totalmente nula. La mayoría creen que lo que llevan en su seno todavía no es un niño, y desconocen la técnica mediante la cual se procede al IVE (interrupción voluntaria del embarazo) o ILE (interrupción legal del embarazo). Estas siglas esconden con un eufemismo la terrible realidad de la intervención. En el 95% de los casos la técnica abortista en el primer trimestre consiste en la aspiración y triturado del feto. En el segundo y tercer trimestre se procede al troceado intraútero, o a la aspiración del encefálo mediante un trocar (a recordar aquí los tristes casos denunciados en Barcelona recientemente). En las reducciones fetales (disminución del número de fetos por haber implantado tres o más embriones en fertilización in vitro), o cuando hay una malformación de algún gemelo, se suele inyectar en el corazón del feto a destruir una solución de cloruro potásico con el fin de producir su parada (después de perseguirlo por el útero con la aguja). Hay también sustancias como las prostaglandinas (que desencadena el parto con el riesgo de que nazca vivo si el feto es mayor de 22 semanas, muriendo después en la mesa o en el cubo por hipotermia e hipoglucemia), o la píldora RU-486 que acaba con el feto al dejarle sin progesterona.

Lo descrito anteriormente son simplemente formas de matar a estos pequeños seres humanos. Aunque los médicos ya no hacemos el Juramento Hipocrático al salir de la Facultad de Medicina, en ella se nos enseña a curar y no a dar muerte. Evidentemente, en todo el proceso del aborto nadie informa a la madre de las consecuencias que tendrá para su salud psíquica la destrucción de su niño. Un buen número de estas pobres madres sufrirán posteriormente el síndrome postaborto, con depresión, insomnio, baja estima, ideas suicidas, etc., con resultados fatales para muchas de ellas.

Afortunadamente la mayoría de los obstetras en España no practican abortos, y en numerosas comunidades autónomas no se realizan abortos en hospitales públicos. La mayoría de los abortos se realizan en centros privados, sin prácticamente ningún control, donde se enriquece un pequeño pero poderoso grupo de matarifes. El niño y también su madre son las principales víctimas de este miserable negocio. Sin embargo, todos somos víctimas de una forma u otra, pues, incongruentemente, al mismo tiempo que se asesinan aquí estos niños, muchísimas parejas tienen que viajar al extremo oriente para poder adoptar un niño.

Algunos portavoces del gobierno están amenazando con crear una lista de médicos objetores de conciencia. Yo acabo estos comentarios diciendo que me sentiría muy honrado de poder ser incluido en esta lista.

(*) Doctor en Medicina