Muy probablemente, cuando estas líneas vean la luz y lleguen al lector, ya se habrá despejado la duda sobre las elecciones norteamericanas. Y muy probablemente, también, el designado será Obama, verdadero oxígeno para la nueva esperanza de avanzar hacia mundo sin Bush, con valores, con principios, sin mentiras, sin miedo.

Pero no es malo reflexionar precisamente ahora (es decir, hacer una pausa introspectiva en medio del gozo) acerca de lo que estaría ocurriendo si el vencedor hubiera sido McCain, quien representaba la frustración del cambio, el aire viciado y corrupto del pasado.

Tras esta colosal apertura de puertas y ventanas de la historia, hasta la crisis económica nos parece más manejable y llevadera. Sería bueno, en fin, que aprovecháramos todos esta vaharada de aire oxigenado para fijar criterios y establecer pautas de modo que nunca más nos llegue otra oleada de decepción, avaricia y mediocridad como la que el mundo acaba de arrojar enfáticamente por la borda con la esperanza de que no regrese jamás a nuestras calles y a nuestras almas.