En el terreno institucional, doña Sofía estaba de "Belinda", ya sabéis, aquella famosa muda de la película del mismo nombre. Y así estaba ella, desde el medio siglo que lleva entre nosotros dueña de sus silencios y de sus opiniones y de sus convicciones, habida cuenta de que, tratándose de monarquías constitucionales, lo políticamente correcto es no abrir boca. Si me apuráis, ni para decir esa boca es mía. Rizando el rizo de la cuestión, don Juan Carlos incurrió en lo políticamente incorrecto mandando a otro callar. Con razón o sin ella, que esa es otra cosa. ¿Qué ha pasado pues, con la renombrada "profesionalidad" de la Reina?

No insinuaré que Pilar Urbano le haya tendido algunas trampas, lo cual en cualquier caso periodísticamente hablando sería hasta de manual. El entrevistador no está para mimar al personaje, sino para sonsacarle. Y además, Cela mantenía que "Las preguntas nunca son indiscretas. Las contestaciones con frecuencia sí". Y a fe que, dando ejemplo de ello disfrutaba dando respuestas cuanto más impublicables mejor. No me caben dudas de que Pilar Urbano era perfectamente consciente de que el aborto, la eutanasia, o lo matrimonios homosexuales "no son" preguntas para hacer a una soberana. Por eso, por los más que previsibles "efectos colaterales" y no deseados de que se pronuncie sobre ellos quien públicamente no debiera. He dicho "sonsacar" al entrevistado, lo cual no es precisamente introducirle el índice y el medio hasta la campanilla para que "vomite". Por el contrario de lo que se trata es de crear, en lo posible, un marco de confianza y relajamiento que es donde se incuban las confidencias.

En algún momento de las largas conversaciones, puede que hasta con merienda de por medio, la periodista y la egregia debieron hablarse un poquito "de mujer a mujer". La admirada colega une a su gran profesionalidad una intensa religiosidad de apostolado laico y moderno. Lo uno no tiene nada que ver con lo otro, pero el caso es que este libro "La Reina muy de cerca", viene a alinear a doña Sofía en los parámetros conservadores y de derechas sobre materias muy controvertidas por la opinión española. Más cerca de la Conferencia Episcopal o el Opus Dei, que del Boletín Oficial del Estado. Tengo la impresión, evanescente, pero la tengo, de que el libro "La Reina muy de cerca" no sonaría igual de haber sido escrito por -pongamos- Maruja Torres, (que no es el caso ni probablemente lo será nunca) dado que en ambos casos la Reina estaría igual "de cerca", pero llevada a huertos distintos.

Resulta casi sonrojante, de puro obvio, todo eso de que ella, la Reina, está en su derecho a expresarse y opinar, "como persona que es". Pero largar ante un periodista no fuera de servicio es como vaciarse los bolsillos ante un Inspector de Hacienda. En cualquier caso hay opciones y permisibilidades que incluso por sentido común no proceden. Quien discutiría a doña Sofía su derecho a empujar un carrito de Carrefour en chandal, tacones, y rulos en el pelo, si le diera -nunca mejor dicho- la "real gana" de hacerlo. El tema que nos ocupa no se plantea en el terreno de los derechos sino en el de la oportunidad, la conveniencia en definitiva. La mejor manera de que la Corona sea la de todos los españoles es manteniéndola en una exquisita y no siempre fácil neutralidad, de no pronunciarse. Y sobre todo, manteniéndola lejos de la controversia, que es tanto como decir de la confrontación. En resumen contratiempos, los inevitables. En la película inglesa "La Reina", la que hace de Isabel II conmina al que hace de Blair: "Las preguntas, Primer Ministro, las hago yo".