Entre 2000 y 2008, los rendimientos de los bonos del tesoro de EEUU pasaron de un 7% a poco más de un 1%; ello condujo a la búsqueda generalizada de mayores rentabilidades, incrementando el apalancamiento en activos de riesgo, principalmente por parte de los fondos de pensiones y de los llamados Sovereign Wealth (sovereign wealth funds o SWFs: son fondos de inversiones de propiedad estatal compuestos de activos en acciones, bonos, propiedades, metales preciosos y otros). Esto hizo que los préstamos llamados subprime (una modalidad crediticia del mercado financiero de Estados Unidos que se caracteriza por tener un nivel de riesgo de impago superior a la media del resto de los créditos) pasaran de un 3% del total de préstamos a un 13% seis años más tarde. Lo grave es que la mayoría de estos préstamos pretendieron garantizarse mediante su incorporación a productos estructurados (CDOs y demás, que incorporaban deudas más solventes y se consideraron a salvo de cualquier posibilidad de quiebra) que gozaban de la mejor de las calificaciones: la "AAA". Esta ingeniería -o alquimia- financiera apenas representaba en 2004 10.000 millones de dólares, pero alcanzó los 400.000 dos años después y más de 1.200 a principios del año pasado. De aquellos polvos, estos lodos.

Los ABCP (asset-backed commercial papers) son activos comerciales que están garantizados por activos financieros. Suelen ser inversiones a corto plazo que vencen a 90 ó 180 días y son emitidos por bancos u otras instituciones financieras; están diseñados para ser utilizados para necesidades de liquidez a corto plazo. Los activos financieros que deben asegurarlos son una mezcla de activos diferentes que, en conjunto, también se consideran a salvo de bancarrota por las agencias de calificación. Pues bien; a medida que los mercados se mostraron reacios a adquirir ABCPs, las instituciones que habían confiado en sus ventas para obtener fondos que financiaran sus inversiones a largo plazo se vieron atrapadas. En particular, los vehículos de inversión estructurada (SIVs o conduits) emitidos por algunos bancos comerciales financiaban sus inversiones a más largo plazo a través de ventas de ABCPs, lo que se consideró muy rentable mientras se consideraron seguros (tanto, que los inversores aceptaban un tipo de interés bajo) pero forzaron a los SIVs a liquidar sus inversiones a largo, incurriendo en importantes pérdidas cuando se vieron incapaces de seguir vendiéndolos. Si en el 2007 había 1.200 millones de dólares en ABCPs sin vencer, un año más tarde apenas representaban 700 millones.

La reducción de los valores nominales de los activos "tóxicos" (los contaminados por hipotecas subprime) ha sido espectacular y ha conducido a importantísimas pérdidas. De enero de 2007 a hoy, los mejor calificados han perdido más de un 30%, pero los siguientes mejor calificados ("AA") un 80% y los peores ("BBB") casi un 100%. La consecuencia es que muchos bancos pueden fallecer a consecuencia de pérdidas financieras incluso antes de que sean capaces de cuantificarlas, lo que tiene su chunga. El resultado es que se han "evaporado" 6 billones de dólares de liquidez global; total, poca cosa. Lo malo es que los riesgos de una espiral como la que se presenta son enormes: los problemas de liquidez de los fondos de mercados monetarios reducen la de la banca, le exigen tampones de liquidez y acentúan la crisis de confianza interbancaria; para colmo, esa falta de liquidez acentúa, además, la posibilidad de quiebra, aumenta la sensación de riesgo de las demás instituciones bancarias y, en definitiva, conduce a una escasez generalizada de liquidez por merma de confianza. Los bancos no se fían de los bancos y eso es un problema grave que pocos sabrán aprovechar. Vienen tiempos de fusiones bancarias a todos los niveles: al nacional y al internacional. No es de extrañar que el comportamiento de las bolsas muestre caídas acusadas en el último año, desde la de un 30% en EEUU a la de un 50% en España, siendo menos acusadas las de Alemania y los Países Bajos.

No parece que haya soluciones mágicas: Irlanda declara asegurar el 100% de los depósitos bancarios, lo que equivale a asegurar un 130% de su PIB o, lo que es lo mismo, a no asegurar nada. Alemania ha empezado a ir por libre y España ha aumentado la garantía de depósitos considerablemente, de veinte mil a cien mil euros, sin que las bolsas reaccionen. El Santander está manos de 10 euros por acción; Telefónica a menos de 14. No hay quien dé más. Estamos en un mercado de compradores; quienes tengan liquidez -ya sea el Santander, que se deshizo premonitoriamente de todos sus activos inmobiliarios hace año y medio, en pleno boom, o los ahorradores particulares- pueden ver incrementados los activos que ahora adquieran contra corriente en porcentajes muy elevados. Tendrán que aguantar dos o más años, pero el riesgo podría tener su recompensa: la otra alternativa es tan pavorosa que más vale descartarla ya que, como reza el refrán, de perdidos? al río.

(*) Diplomático