Todos los que tienen autoridad para hablar lo están haciendo y todos, con leves matices, coinciden en el diagnóstico de fondo: la situación es grave y además va a empeorar de manera que en apenas dos meses el debate semántico en torno al concepto "crisis" va a quedar superado por la realidad porque, intuyen los expertos, podemos adentrarnos en la recesión; es decir en el crecimiento negativo y eso son ya palabras muy mayores.

Desde estos mismos sectores se reclama del presidente que tome medidas y desde otros muchos, incluidos algunos sectores socialistas, se le achaca la falta de discurso "adecuado". Pero no, el presidente tiene discurso. ¡Claro que lo tiene! Tiene el discurso de relatar una y mil veces todos los logros alcanzados en su anterior legislatura y tiene sobre todo el discurso de la tranquilidad para los sectores más vulnerables de manera que van a subir las pensiones mínimas, el salario mínimo y, por supuesto, la cobertura del paro está más que garantizada. Además, claro está, de los 2.500 euros por nacimiento y ayudas al alquiler . Y todo está bien-. El cuidado de los más desfavorecidos es una de las tareas del Estado. ¿Quién se puede oponer a que las pensiones de viudedad se vean incrementadas?

El presidente tiene discurso que es el discurso contrapuesto al de sangre, sudor y lágrimas. Ha elegido discurso y sobre todo ha sabido elegir destinatarios. "Tranquilos, que conmigo os va a ir bien" dice el presidente a los millones de pensionistas y asalariados y a los ya demasiados parados del país. A ellos hay que sumar a los inmigrantes a los que ahora si hay que reconocerles el derecho al voto, posibilidad ya vista por el Congreso de Diputados y que al PSOE no le pareció algo prioritario. Que nadie se engañe. El presidente ha logrado elaborar "su" discurso para la crisis que completa con el discurso de la "extensión de derechos" que para esta nueva etapa se concretan en una ley de plazos para el aborto; osea aborto libre, y otra para regular el derecho a una muerte digna que dicho así suena bien si no fuera porque lo que muchos pretenderán será regular la eutanasia; es decir, morirse cuando uno quiera o cuando quieran los que te rodean, que de todo hay.

El discurso del presidente, además de cálculo psicológico, tiene su cálculo estadístico y temporal. Estadístico porque es una convicción compartida en el PSOE de que la clase media española es tan amplía como sólida pese a que buena parte de ella soporte en estos momentos unos niveles de endeudamiento que le restan fortaleza para ser ese colchón que amortigüe los efectos perversos del indudable y serio declive económico. Estadísticamente, ha concluido el Gobierno, son más lo afectados que los afectados por la crisis.

La variable temporal tiene una vertiente que cae por su peso. Las malas rachas acaban siempre pero es que además, la esperanza se llama Obama. Puede sonar casi a broma, pero el Ejecutivo sostiene que si como se prevé gana Obama, la sociedad americana se verá inflada de entusiasmo por el cambio, se generará confianza y de nuevo se volverá al consumo "y si EE.UU recobra vigor, de inmediato lo notaremos nosotros".

Guste o no guste, lo último que se puede afirmar es que el presidente no tiene discurso. Tiene "su" discurso y ese es su misterio. La gestión es cosa de otros.