A medida que se van desgranando las cuentas, el Palma Arena se está convirtiendo en lo que temíamos: un pozo sin fondo, en el que han quedado enterrados millones y millones de euros sin aparente justificación. Surgió, como casi todas las grandes obras de la pasada legislatura, de la más pura improvisación y megalomanía. Se tenía que celebrar en Mallorca un campeonato del mundo de ciclismo en pista, y luego un eurobasket, pero no había un recinto idóneo, así que el Govern se sacó de la chistera un proyecto de lujo, el Palma Arena, un sorprendente regalo para una ciudad que -eso era cierto- padecía y sigue padeciendo muchos déficits infraestructurales. Sin embargo, el presupuesto inicial de cuarenta y ocho millones acabó multiplicándose por dos. Nadie reparó en los gastos que se hacían o, lo que es infinitamente peor, sí lo hicieron y pese a ello siguieron adelante, malgastando el dinero e hipotecando el futuro ya no sólo del deporte balear sino el de todo el Govern.

Las cuentas del Palma Arena son como las del Gran Capitán, sólo que no son fruto de la imaginación del entonces president, Jaume Matas -que quizás creyó que no tenía obligación de rendir cuentas a nadie- sino de la más cruda realidad. Al final, la suma de lo gastado superó los noventa millones de euros. Sólo en la dirección de la obra se pagaron nueve millones, el diez por ciento, un dineral si se compara con el millón facturado para dirigir las obras del polémica hospital de Son Espases. No será raro, pues, que la Fiscalía Anticorrupción acabe interviniendo para saber en qué realmente se invirtió el dinero. Desde la conselleria de Juventud y Deportes, la más perjudicada por la deuda contraída, se ha analizado a fondo el expediente con el resultado que todos esperaban: se han detectado muchas irregularidades.

Según el conseller de Economía, Carles Manera, no se trata de ninguna caza de brujas y, por ello, todavía no se ha interpuesto ninguna denuncia formal pero sí alertado a la Fiscalía Anticorrupción, que podría intervenir tal como ya lo hizo en otros casos de corrupción, como Bitel 2. En torno al Palma Arena habría motivos más que suficientes como para sospechar que sus cuentas se utilizaron para financiar actividades distintas a la construcción del velódromo. El antecedente más inmediato es la Fundación Illesport, dependiente de la conselleria de Juventud y Deportes, que facturó como gastos deportivos la seguridad privada contratada por el PP para cubrir el mitin central de Rajoy en las elecciones autonómicas. Se dijo entonces que era un error, pero lo que no puede ser calificado de error sino, en el mejor de los casos, de pésima gestión fue la organización por la misma Fundación de la "batalla de las superficies", un espectáculo mediático entre Nadal y Federer, que debía autofinanciarse y que acabó con pérdidas cercanas al millón de euros.

La gestión económica de la pasada legislatura fue -cada vez hay menos dudas- un pozo sin fondo, confiados como estaban en el entorno de Jaume Matas, de que el Estado acabaría pagando todas las deudas, no sólo las de las carreteras, sino las del metro y también, ¿por qué no? las del Palma Arena o el equipo ciclista. Un déficit que se añade a la deuda histórica que de alguna forma ha reconocido el gobierno central y que corresponde ahora, al actual Govern, negociar para que sea devuelta. Y mientras, la conselleria de Deportes no tiene un duro no ya para financiar centros de tecnificación, como el que prometió a Nadal y Manacor, sino para subvencionar a los equipos de élite de baloncesto, voleibol u otros deportes. La intervención de los fiscales servirá para investigar más sobre el uso del dinero público y denunciar cualquier nuevo caso de corrupción que se descubra.