Estamos muy revueltos con la terminología de la palabra crisis, ya que para algunos no hay tal (la mejor forma de resolver las crisis es negar su existencia), mientras que, para otros, estamos de lleno en un desfase depresivo de nuestra coyuntura económica, en plena reducción de nuestra capacidad adquisitiva y con una inflación más alta que la de todos nuestros vecinos.

Para aquellos que niegan la crisis estamos simplemente sufriendo una desaceleración de nuestra economía que responde a criterios como retrasar o quitar celeridad a nuestro proceso evolutivo. Por ello, cuando en el pasado mes de junio, la matriculación de coches descendió en Balears más de un 40%, o por primera vez, en este mismo mes, desde hacía quince años, destruimos empleo en vez de crearlo como anteriormente, o cuando en el sector servicios se perdieron en este mes más empleos (4.160) que en el sector de la construcción (4.092) urge, obviamente, preguntarse, a cuál de las dos tésis nos abonamos. ¿Debemos continuar hablando de desaceleración o de reducción drástica de nuestras expectativas?

Y si lo peor está por llegar como vaticina el señor Solbes y si el beneficio ordinario de las compañías no financieras cae, por primera vez en muchos años, como confirma el Banco de España ¿a quién debemos creer?, ¿a las amas de casa en su lucha diaria para llenar su cesta de compra? y ¿a las jóvenes parejas enfrentadas con la subida de las hipotecas? y aún ¿a los próximos nuevos desempleados en su empeño estéril por mantener su empleo? o ¿a aquellos que vaticinan que se trata de una simple desaceleración económica y que estamos mejor que nunca?

Somos muchos los que creemos que el interés del tema a tratar, obviamente de la crisis, no está en la terminología utilizada para definirla, sino en las medidas tomadas para erradicarla, y éstas no pueden ser escenificadas sin determinar cuáles son los sectores involucrados y cuáles las causas que han generado su mala situación actual.

Y no vivimos en una economía de sucesos demasiado confusos para no admitir una previsión, un juicio, y una dirección. Los sucesos van todos en la misma dirección y no pueden ser prisioneros de lugares comunes en comunidades del aplauso agradecido en el Reino del todo va bien. No se trata de ser agoreros con una notable superficialidad pero sí previsores con una considerable responsabilidad.

Y para escapar de esta realidad, en ocasiones obviamente frustrantes, deberemos iniciar un proceso de ajuste para los tres o cuatro próximos años, con visiones más amplias y escenarios más plurales, en base a medidas racionales como:

- Contención del gasto público (somos el país con más asesores de políticos de la Unión Europea).

- Liquidación de empresas públicas cuyas pérdidas contables ofenden no sólo en periodos de crisis (IB3 por ejemplo, con una audiencia casi inexistente pero con más de 200 millones de euros acumulados por déficit).

- Diversificación y modernización obviamente de la estructura productiva, facilitando su accesibilidad.

- Redimensionar el sector de la construcción en base a la lógica defensa del medio ambiente, al igual que en los países occidentales, vecinos en eso desde hace muchas décadas.

- Olvidar que el sector turístico puede absorber el paro del sector de la construcción, evitando declaraciones de sentimientos identitarios muy poco afortunadas en cualquier contexto y particularmente en el actual.

- Recuperar el respeto debido del Gobierno Central.

Nuestra incapacidad genética para hacernos respetar por los demás en el contexto político en general y en el económico en particular, (lease financiación pública de infraestructuras), es crónica y proverbial.

Después de una serie de años de total incuria y absoluta abulia por unos al no respetar la financiación de Balears en infraestructuras y por otros al no saber hacerse respetar, llegamos al año 2008 que se suponía era la cuenta atrás para recuperar lo debido. Y ¿cuánto pagará el Gobierno Central a las Comunidades autónomas por persona en los presupuestos de 2008?

Asturias 947,53

Aragón 926,95

Cataluña 503,76

Balears 263,06

Media 540,92

Algunos ingenuos proclamaban que esta falta de equidad y de respeto era la consecuencia lógica que sufríamos al elegir gobiernos de distinto color al del Gobierno Central. Pero esto no es ni ha sido nunca así.

El 18 de octubre del pasado año escribía en Diario de Mallorca lo siguiente: "Conocí al vicepresidente Solbes en junio del 96 cuando vino a dar una conferencia en nuestro Cercle Financer. Se trata de una persona dialogante y honesta, vinculada sentimentalmente a Mallorca por lazos que no viene al caso explicitar y que me consta nos tiene en gran estima".

"Por mi parte me jugaría un café que el vicepresidente Solbes estará a la altura de las circunstancias y hasta, tal vez, de nuestras expectativas".

Ultimamente estoy pagando cafés a todos aquellos que tienen la mala costumbre de recordarme lo que han leído.

(*) Fernando Perelló es presidente del Cercle Financer de Balears.