Tal como era previsible, Rosa Estaràs se impuso ayer sobre su contrincante, Carlos Delgado, por una amplia mayoría. Ya es, pues, presidenta de pleno derecho de un PP balear dispuesto a reconquistar el espacio perdido tras dos derrotas electorales consecutivas. No va a ser fácil. Para ganar se necesita unidad, algo en lo que coincidieron los dos candidatos y, contra lo que oficialmente se proclame, los populares de las islas salen de este congreso más desunidos que nunca. No basta con querer renovarse o emprender viaje hacia el centro, tal como ayer se dio a entender en Son Sant Joan, sino que habrá que pasar de las palabras a los hechos. De momento, Rosa Estaràs se ha rodeado de los principales barones municipales para modificar algunos aspectos de su estrategia política y, en futuras consultas electorales, no quedarse aislada ante posibles pactos. Poca cosa más. Y eso no basta para hablar de renovación en un partido como el PP balear, que salvo el paréntesis del Pacte de Progrés y el año que llevamos de legislatura siempre ha gobernado en las islas. Precisamente, sí algo ha quedado claro es su escasa voluntad de enmienda. En las filas de la mayoría apenas sí hubo autocritica y sí mucho olvido

Según Rosa Estaràs es hoy, el día después, cuando en realidad empieza la nueva época para todos. Sin embargo, es evidente que no todos en el PP piensan lo mismo. Aunque muchos lo pretendan, no es posible olvidar que Estaràs fue vicepresidenta del Govern con Matas y su mano derecha, y que con él protagonizó una legislatura marcada por el despilfarro y por los escándalos de corrupción. En este sentido, no basta que la presidenta del PP se haya desprendido del todopoderoso José María Rodríguez -sustituido por Guillem Estarellas, un edil de Bunyola prácticamente desconocido fuera, y aun dentro, del partido- ni que para este viaje se haga acompañar de dos vicepresidentes marcadamente políticos, como los alcalde de Inca, Pere Rotger y de Marratxí, Josep Manuel Bauzà. El respaldo obtenido por la candidatura es amplio, pero para este tipo de congresos no es suficiente ni convincente.

El congreso del PP, pese a la piña demostrada entorno al líder nacional, Mariano Rajoy -que clausuró el congreso- no es ningún ejemplo de unidad y eso no es bueno para un partido que representa a casi la mitad de la población balear. Estaràs ha prometido cambio y entendimiento. ¿Podrá llevar a cabo los propósitos que anunció en sus intervenciones? El Congreso se ha cerrado en falso, como lo demuestra que Carlos Delgado no tenga ninguna intención de recoger velas sino, todo lo contrario: va a hacerse fuerte en su feudo de Calvià y desde allí seguirá intentando el asalto a la cúpula del partido tan pronto como la ocasión le sea propicia. En tiempos de Cañellas, el cañellismo se vio obligado a convivir con el vergerismo, pero no es lo mismo. Entonces a Verger y a sus allegados les era suficiente mantener algunas parcelas de poder. Delgado va más allá. Su cruzada contra el catalán y los nacionalismos periféricos le convierten en un enemigo temible para la nueva presidenta y en un político potencialmente conflictivo para la convivencia ciudadana.

En definitiva, solo queda desear éxito a Rosa Estaràs en su aventura de renovar el partido. No tiene más opción que intentarlo, pero de verdad. No basta un simple lavado de cara, puesto que si no lo hace ella tendrán que hacerlo más adelante los auténticos renovadores, si es que los hay, en un partido que vive aquí y ahora sus horas más bajas desde que fue fundado.