Aunque parezca mentira, Cabrera y su archipiélago siguen siendo grandes desconocidos para la mayoría de turistas que vienen a Mallorca, y también para muchos mallorquines. Y, sin embargo, todos hablan del paisaje y de la rica flora y fauna que se esconde en este paraíso. Este parque nacional recibe anualmente setenta mil visitantes, una cifra importante pero relativamente pequeña en comparación con los diez millones de turistas o del millón de residentes que ahora tendrán la oportunidad de conocer sus tesoros sumergidos sin necesidad de bucear, lo que no está al alcance de cualquiera. El aquarium del centro de interpretación de Cabrera que ayer inauguraron la ministra de Medio Ambiente, Elena Espinosa y el president Antich es una réplica de los fondos marinos, con toda su espléndida fauna y flora. Está en la Colonia de Sant Jordi. Las obras han sido polémicas y se han retrasado muchísimo, pero al fin han concluido y ahí están: como un atractivo más, turístico y educativo, al alcance de todo el mundo.

El director del parque, Jorge Moreno, espera que el centro de interpretación de Cabrera reciba trescientos mil visitantes al año, casi cuatro veces más que el propio parque, lo que no deja de ser un hecho normal. La mayoría de usuarios de los grandes parques no pasan más allá de los centros de acogida y limitan sus pasos a los itinerarios preestablecidos. Es, de hecho, una forma de proteger el entorno y darlo a conocer al mismo tiempo. En el caso de Cabrera, no obstante, el centro nació siendo polémico -cuando Matas era ministro- a causa de su coste (veintiún millones de euros) y de su mantenimiento. Precisamente, la falta de acuerdo sobre el presupuesto del parque, sobre si incluir o no los gastos del centro, ha sido el principal obstáculo para que Cabrera continúe en manos de la administración central y no del Govern.

También fue polémico, y al parecer seguirá siéndolo, debido a su diseño. Desde Greenpeace se denuncia, no sin razón, el contrasentido que supone dar a conocer un parque que preserva la naturaleza virgen a través de los cristales de un aquarium, donde los peces están en cautividad y fuera de su hábitat, por muy réplica que sea del mismo. También contrasentido es el gasto energético que supondrá el no utilizar energías alternativas. En este sentido, el president Antich prefirió mostrar la cara amable del proyecto que -dijo- complementará unas visitas que, por las características del parque, deben ser limitadas. El president calificó Cabrera como "el valor cultural y paisajístico más importante de las islas" y por ello, hablando de contrasentidos, expresó su deseo de que la transferencia llegue lo antes posible. Es probable que a principios de año, aunque esta retahíla ya hace bastante tiempo que la venimos oyendo.

Sea como sea, el centro de interpretación de Cabrera ya es una realidad, una atracción turística y una forma virtual de dar a conocer la riqueza del parque sin necesidad de navegar hasta él. De alguna forma se culmina el largo proceso que se inició hace veinte años cuando el Parlament Balear aprobó iniciar los trámites para su declaración como Parque Nacional, que se consiguió en 1991. También entonces hubo polémica. Muchos pescadores aficionados y algunos profesionales temieron que las restricciones acabaran con su paraíso particular, pero no ocurrió así y hoy existe un sentimiento unánime sobre el gran acierto que supuso conservar Cabrera y sus aguas en su estado natural. No está demás que esto se sepa y que tanta belleza pueda ser admirada por propios y extraños aunque sea en cápsulas de cristal.