Utilicé un título similar al analizar, hace dos años, los graves acontecimientos ocurridos en barriadas de muchas ciudades francesas donde malvivían ( y continúan malviviendo) personas y colectivos (no sólo inmigrantes), en situación de marginación. Hoy vuelvo a insistir en la necesidad de aprender en cabeza ajena ante las nuevas e importantes protestas juveniles en los barrios de París. Algunos comentaristas, en referencia a las revueltas anteriores, buscaban la causa en la presencia de inmigrantes, aunque fueran de segunda generación. Algunos insistimos por aquellos entonces que la auténtica causa era la situación de marginación social que se producía en determinadas barriadas, y a la exclusión a que se veían abocados buena parte de su población juvenil, inmigrante o no. En las algaradas actuales el "protagonismo" lo tienen adolescentes entre 14 y 16 años.

Hoy en Francia, mañana es posible en otros escenarios, los adolescentes, los jóvenes, "revientan" en momentos determinados, porque no se sienten cómodos en la sociedad que les hemos construido. Especialmente los que residen en barriadas en proceso de marginación, no cuentan con servicios públicos de ocio y tiempo libre, sus centros escolares de referencia están saturados y lo que les enseñan no les interesa lo más mínimo, sus cifras de abandono escolar son insoportables, su futuro laboral lo ven en trabajos precarios?. Es lo expuesto, ¿una exageración? Posiblemente lo descrito son situaciones límites. Pero es real como la vida misma la presencia de síntomas, incluido en nuestra Comunidad, de ciertos procesos de exclusión social de una parte significativa de nuestra juventud. Lo que ocurre es que sólo nos escandalizamos cuando vemos la punta del iceberg en forma de una pretendida banda juvenil en nuestras calles o similar, y después a otra cosa mariposa.

Hoy parece normal, en nuestra Comunidad, que más de un 35 por ciento de nuestros adolescentes abandonen sus estudios. Más aún, que una parte relevante de los jóvenes, incluso independientemente de su preparación profesional, accedan al mercado de trabajo mediante contratos precarios, de baja calidad, y poco relacionados con sus habilidades. Se les instala en el mileurismo. Lógicamente les resulta un simple sueño el pensar en formar una familia. En muchos casos consiguen tirar del carro gracias al soporte familiar.

Estamos construyendo una sociedad dual, de dos velocidades, que a medio plazo es insostenible. No sólo hemos construido dos mundos (los países ricos y los miserables), sino que también en el interior de las sociedades ricas estamos edificando dos realidades. Los jóvenes forman parte de esta dualidad, aunque en algunos momentos puntuales puedan considerarse "iguales", más allá de su real entorno socioeconómico, porque conviven un día en un macro botellón, o porque visten una moda similar Pero, no es verdad. Por una parte, están los que tienen la posibilidad real de acceder a una formación de calidad, a un empleo estable, a un cierto prestigio social, a una cercanía con determinados poderes fácticos. Y por otra, las personas y colectivos que sólo viven la tan cacareada igualdad de oportunidades como una gran farsa. Porque esta sociedad dual y de doble velocidad se construye, en parte, ya desde la infancia. El desprestigio calculado y pretendido de la educación pública, la gran mentira de la libre elección de centro, el proceso de escolarización basado (¿) en una falsa igualdad de oportunidades, ya configuran buena parte del futuro personal, profesional, laboral y social, de unos y otros.

¿Podemos seguir creyendo beatíficamente que vivimos instalados en una sociedad del bienestar, mientras una parte de nuestros jóvenes no tienen un futuro abierto ni personal, ni profesional, ni social...? Los acontecimientos de Francia sólo son la punta del iceberg. Bueno sería, cuanto menos, que aprendiéramos en cabeza ajena.