Marcus Cooper Walz aterrizó en Mallorca con pocos meses de edad. Hijo de padre inglés y madre alemana, nacido en Oxford (3 de octubre de 1994) y con pasaporte español desde 2015, se encontró con el piragüismo a los 12 años. Antes, había probado con el baloncesto en el Joan Capó de Felanitx y en el Cala d'Or de fútbol, en donde coincidió durante un par de meses con Brandon Thomas (futbolista del Mallorca).

Pero al pequeño Marcus no le entusiasmó ninguno de estos dos deportes. Sí le llamó la atención el piragüismo, tras apuntarse junto a un amigo a un cursillo. "Empezó a gustarme y empezaron a llegar los resultados", recuerda.

Era el año 2008 y tenía a Joel Badia, reconocido palista mallorquín, como entrenador. Su primera embarcación fue un kayuko -más amplio, con mayor estabilidad- y su primera competición la disputó en Eivissa. Fue cuarto.

Dos años después se hacía con su primer título, el Campeonato de Balears de cadetes. Ya se había instalado entre los diez mejores de España de su edad y un año después, con 15, era cuarto en el Nacional de 1.000 metros y fue convocado a participar en la concentración con los juniors de la selección española en Trasona (Asturias).

Un año después se instalaba definitivamente entre los mejores jóvenes tras clasificarse para el Mundial junior, proclamándose además campeón con el equipo el K-4 1.000. Resultado que propició que se instalara en la Residencia Blume de Madrid (Centro de Alto Rendimiento) y que le concedieran el premio 'Princesa de Asturias' junto a sus compañeros.

Marcus Cooper apuntaba alto. Los técnicos de la Federación Española le habían echado el ojo y veían en él a un posible campeón. Ratificó las expectativas en 2012: campeón de España en todas las distancias. Además, con 17 años se hacía con el oro en el Europeo de K-1 1.000, la plata en el K-4 1.000 y el bronce en el K-1 500 metros.

Explosivo y luchador

Explosivo, potente, luchador y trabajador incansable, llegaba a la categoría sub-23 con 18 años y se proclamaba campeón nacional (K-1 500), siendo octavo en el Europeo y el Mundial (K-1 1.000).

Arrancó 2014 como mejor piragüista nacional sub-23 proclamándose campeón del mundo en K-4 1.000 y clasificándose para el Mundial absoluto en K-1 500 metros, pero sobre todo con su sorpresivo bronce. El año pasado se proclamó campeón mundial sub-23 en K-4 1.000 y subcampeón absoluto en K-2 500 metros.

Con el objetivo puesto en los Juegos de Tokio 2020, Cooper afrontó la temporada 2016 sin un reto definido. Para dar aliciente al año, su entrenador Luis Brasero y el mismo Cooper tomaron la decisión de luchar por una plaza para Río. Pero había que trabajar, y mucho, para volver al 1.000. Y desarrollar una estrategia que le permitiera dar batalla y sacar rendimiento a su potente esprint.

Ya en el Preolímpico apostó por esa línea: salir fuerte, tomarse con tranquilidad los 500 metros intermedios y apretar al final. Había que saber esperar el momento. La táctica del cazador. Así lo hizo y, casi por sorpresa, se ganó la plaza para Río al quedar justo por detrás de un palista húngaro que ya tenía el billete para Brasil gracias al K-2.

Con el objetivo de aprender y disfrutar de un sueño adelantado, Marcus Cooper se presentó dispuesto a dejar huella. "Competir en unos Juegos es algo que todo deportista sueña alcanzar", declaró semanas atrás, en una entrevista en la que ya advirtió de sus intenciones: "No voy a Río a pasear".