Desde que en 1936, bajo la dirección de Leni Riefenstahl, se filmaron por primera vez en su totalidad unos Juegos Olímpicos, los de Berlín, para mayor gloria de un régimen criminal, ha corrido mucha agua bajo todos los puentes. Los Juegos reinventados a finales del siglo XIX por el barón Charles Louis de Coubertin en recuerdo de los de la antigua Grecia se han convertido para algunos en un enorme negocio, que proporciona a los millones de pobres del planeta durante unos días mucho más circo que pan.

Los organizadores insisten siempre en la necesidad de dejar al margen la política cuando de deporte se trata. ¡Como si hacer olvidar con bellas imágenes de las competiciones las enormes desigualdades de un país, su miseria o la tremenda corrupción de empresarios y dirigentes, no tuviera nada que ver con la política! Muchos recordarán porque lo vieron en su día o tal vez porque lo han visto documentado después la imagen más impactante de los Juegos de México, en 1968, histórico año de las revueltas estudiantiles en Francia, de las protestas durante la convención demócrata de Chicago y de la matanza de la plaza de Tlatelolco, cuando el ejército del país organizador reprimió a sangre y fuego, poco antes de la cita olímpica, una manifestación en la llamada plaza de las Tres Culturas del DF.

Fue la imagen de dos grandes atletas negros, ganadores de las medallas de oro y bronce en la carrera de los doscientos metros, levantando desafiantes, mientras sonaba el himno de Estados Unidos, cada uno un puño envuelto en un guante negro en señal de protesta por la violación de los derechos humanos de su gente en ese país. Como era de esperar, el entonces presidente del comité olímpico, el estadounidense Avery Brundage, exigió la suspensión inmediata de ambos atletas, Tommie Smith y John Carlos es justo recordar sus nombres e incluso su expulsión de la Villa Olímpica, algo a lo que por cierto se negó el comité mexicano.

Smith y Carlos, pero también el ganador de la medalla de plata, el australiano Peter Noman, que se solidarizó valientemente con sus dos rivales, serían luego represaliados por las autoridades deportivas de sus países respectivos y los dos estadounidenses llegaron incluso a recibir amenazas de muerte. Es el tipo de publicidad negativa que no gusta nada al Comité Olímpico Internacional, que controla hoy a través de su filial OBS (Olympic Broadcasting Services), con sede por cierto en Madrid, las imágenes y el sonido que salen de los Juegos, tanto los de Verano como los de Invierno.

Muchos critican que ese tipo de control trata de ocultar o al menos minimizar todo lo que puede deslucir los Juegos y poner en aprietos al país organizador como son en el caso de Brasil los abucheos en el estadio contra el presidente de su comité nacional. El espectáculo y la propaganda parecen primar sobre los criterios puramente informativos. Un problema adicional que representa el monopolio que desde los Juegos de Pekín (2008) ostenta ese organismo, al que sólo parece preocupar la calidad de las imágenes que transmite, es que apenas se presta atención a los participantes de los países pequeños, los que apenas tienen posibilidades de llevarse alguna medalla.

Así, como se queja el periodista Tim Hengsen, de la RTL luxemburguesa, no se difundieron imágenes del partido de tenis de mesa en el que participaba su país aunque los ciudadanos del Gran Ducado siguen los Juegos sobre todo por esa emisora para poder ver competir a sus atletas. Contrariamente al eslogan olímpico, lo importante parece ser más ganar que participar. Naturalmente es posible en esos casos obtener una licencia especial para conseguir imágenes propias con independencia del material general que proporcionan los servicios olímpicos, pero ello cuesta dinero, aunque sea tan sólo hacer una brevísima entrevista con un atleta detrás del podio, y las emisoras de muchos países pequeños tal vez no sea ése, sin embargo, el caso de Luxemburgo no pueden permitírselo.

Los derechos de transmisión de todas las imágenes de los Juegos tanto para la televisión como para todo tipo de plataformas digitales estarán desde 2018 hasta 2024 en manos de Discovery Communication, la compañía propietaria de Eurosport, que los ha adquirido por 1.300 millones de dólares. Para el período siguiente, desde 2024 hasta el 2032, la emisora estadounidense NBC ha pagado nada menos que 7.000 millones de dólares por esos derechos, que luego se revenden a otros. En cualquier caso se trata del material que se distribuye a todo el mundo, y cualquier pedido especial hay que pagarlo aparte.

Los Juegos Olímpicos son hoy mucho más espectáculo que deporte, y no son de extrañar escándalos como el del dopaje de los atletas rusos, del que tanto se ha hablado últimamente porque interesaba, cuando el dopaje y por cierto también la corrupción está al orden del día en tantos deportes. En el fondo, se trata sólo de dinero, de enormes cantidades de dinero.