El triunfo del británico de origen somalí Mohamed Farah en los 10.000 metros de los Juegos de Río le sitúa como el cuarto corredor de la historia en repetir título en la especialidad. El checo Emil Zátopek (1948 y 1952), el finlandés Lasse Viren (1972 y 1976) y los etíopes Haile Gebresselasie (1996 y 2000) y Kenenisa Bekele (2004 y 2008) lo lograron con anterioridad. Farah persigue también el oro en 5.000, título que también consiguió en Londres hace cuatro años. Solo Viren, en los Juegos de Munich y Montreal, construyó una proeza similar.

Farah resistió sobre el tartán azul - que ha sustituido al tradicional rojizo - las embestidas de los atletas kenianos y etíopes. Para estos atletas, ver como Farah les arrebata el título es, además de una derrota deportiva, una herida simbólica que, por lo menos, tardará otros cuatro años en cicatrizar. Farah, en un ejemplo de astucia y grandeza, superó incluso una caída provocada por el tropezón con Gallen Rupp, el atleta de Estados Unidos con el que comparte entrenador, Alberto Salazar.

Precisamente, el nombre de Farah estuvo envuelto en la polémica cuando el año pasado un programa de la BBC vinculó a Salazar, un preparador estadounidense de origen cubano, con supuestas prácticas de dopaje. Dichas revelaciones, sin embargo, no hacían mención directa a Farah, que siguió a lo suyo.

Su puesta en escena, siempre risueña, lo empareja en el escenario emocional de los Juegos con su gran amigo Usain Bolt. Su alegría resulta contagiosa para los millones de espectadores que siguen las carreras de ambos y también muy beneficiosa para el COI, deseoso de que la competición traiga consigo un resorte de rentabilidad social que vaya más allá del deporte.

Farah llegó al Reino Unido tras abandonar Somalia en 1993 como refugiado por la cruenta guerra que asolaba su país. La prestigiosa escuela británica de atletismo, ávida de reeditar la gloria que trajeron Coe, Cram y Ovett, pulió a Farah, que ahora reside en Oregón y entrena a las órdenes de Salazar. Sus actuaciones en pista le pueden conducir a ser el fondista de la historia sobre el tartán. No obstante, para superar a Gebresselasiie y Bekele, que todavía conserva los récords mundiales de 5.000 y 10.000, le falta conquistar un terreno que no frecuenta, el de las maratones.