No hay milagro que valga y 'Dos Padres por desigual' no sólo no eleva el nivel bajísimo de la cinta anterior, 'Padres por desigual', que dirigió también Sean Anders en 2015, sino que fracasa de nuevo a la hora de dar paso a una comedia familiar divertida y amena.

Todo parece indicar que el director no ha entrado tampoco en los entresijos del argumento y confirma lo que era evidente en sus primeras películas, concretamente en 'Desmadre de padre' y 'Cómo acabar sin tu jefe 2', que no está muy dotado para un género que es incompatible con su forma de afrontarlo.

Por eso, ha malogrado aquí nombres de la talla de Mark Wahlberg, Will Ferrell, John Lithgow y Mel Gibson, que están totalmente pasados de rosca. Lo más sorprendente, con todo, es que se haya rodado la secuela de un largometraje sin ningún mérito para ello, ni en el plano de la taquilla, aunque es verdad que en Estados Unidos convocó a parte de un auditorio infantil, ni mucho menos en el estrictamente cinematográfico.

La estrategia elaborada en esta segunda entrega, apoyada casi exclusivamente en la incorporación de dos nuevos personajes, los padres de Brad y Dusty, incorporados por John Lithgow y Mel Gibson, no funciona en ningún momento y el mostrarlos como seres antagónicos que acaban siempre enfrentados, el primero con su temperamento entrañable y acogedor y el segundo con aires de machista y con un vocabulario vulgar, resulta todo menos brillante e inspirado.

Con semejante panorama y las sucesivas anécdotas que se suceden en los días previos a la Navidad—entre ellas un homenaje a la cultura de las armas con los niños disparando fusiles contra los pavos y el récord Guinnes por lo negativo de uno de los nietos en el juego de los bolos— es complicado tener la fiesta en paz, aunque los nietos pongan lo mejor de su parte para que el resto de la familia, incluido los ex, los hijos biológicos y los adoptivos, no se contagien del virus de la discordia. La interpretación, como es lógico, se resiente de forma flagrante.