Dura, de una notable crudeza y perfectamente engarzada a nivel estético y urbanístico en el universo político y religioso de la Polonia de la época, ésta es una película que sorprenderá al espectador por la enorme sinceridad de sus imágenes y por su obsesión por mostrar a la mujer al desnudo, en todos los sentidos del término, inmersa en el contexto de la sociedad polaca de los años noventa, cuando el régimen político comunista se desmoronaba.

Escrita y dirigida por Tomasz Wasilewski, es su cuarto largometraje, el primero que llega a las pantallas españolas, de un realizador que se ha inspirado en su propia vida para describir a cuatro mujeres que rondan los cuarenta años y que viven momentos infestados de frustración y de dolor. No es fácil encontrar un panorama tan pesimista y desolador como el que revelan unas imágenes que también inciden en el determinante papel de la religión en el país más católico de Europa.

Represión sexual y amores insatisfechos

Las claves del retrato de un país en plena transición al capitalismo son, sin duda, la represión sexual y los amores insatisfechos. El caso de Agata lo expresa en toda su dimensión. Es una madre que no se siente reconfortada en su matrimonio y que, por el contrario, cada vez está más obsesionada por un joven sacerdote, lo que conlleva que las relaciones con su esposo estén muy deterioradas.

También lo está pasando muy mal la directora de un colegio, Iza, que no tiene problemas en perder su dignidad al arrastrarse y humillarse por un hombre que pasa de ella. Renata, por su parte, es una veterana profesora de ruso que no pierde de vista a Marzena, una ex miss que anhela convertirse en modelo.

Son cuatro seres que han perdido en buena parte sus metas y sus aspiraciones y que ni siquiera han sabido administrar su afán de amor en el restringido ámbito de su comunidad vecinal. Wasilewski las define con precisión, aportando consideraciones propias que son de una expresividad manifiesta.