Hay motivos para confiar en el futuro del director, el catalán Hugo Stuven Casasnovas, porque en su debut en la pantalla grande hay destellos de buen cine que no deben ser silenciados, aunque es cierto que su tendencia, por un lado, a reiterar los planos con una cámara flotante que abusa de brusquedad en sus movimientos y, por otro, la excesiva manipulación de los aspectos psicológicos que conforman la trama dañan de forma evidente la película en algunos momentos.

Coautor también del guión, el realizador ha tenido, además, la osadía de rodar buena parte de la cinta en Nueva York y de hacerlo, incluso, en inglés, algo inusual en una producción española, aunque en colaboración con Estados Unidos. Detalles que han de subrayarse en una valoración final que sin ser del todo satisfactoria tampoco debe despreciarse. Los mayores problemas se aglutinan en la primera mitad, en la parte en la que el psiquiatra Friedhoff, médico de un paciente esquizofrénico que acaba de ser encontrado muerto de forma terrible en el baño, cuenta a una agente del FBI, Maia Kessington, el tratamiento que estaba llevando a cabo con el difunto. Para su doctor, se trataba de un caso claro de esquizofrenia en el que el enfermo no sólo veía seres extraños a su alrededor, también escuchaba sus voces de forma tan evidente que los asumía como si fueran reales. Un cuadro sintomático de esta dolencia que Friedhoff tenía muy claro que era producto exclusivo de la imaginación.

Es una fase en la que la sintaxis del director se pierde en oscuros y poco explícitos laberintos que no conducen a ninguna parte. Solo cuando la historia se va depurando y se añade claridad a un proceso hasta entonces oscuro y gratuito el panorama comienza a interesar. En efecto, una vez superado el trance más discutible, la tensión da elocuentes señales de vida y todo el engranaje del thriller psicológico adquiere su verdadero sentido. Stuven supera escollos delicados y a pesar de que no oculta todos los defectos que acumulaba sí logra evitar males mayores. Ha contado con la loable colaboración de un Lluis Homar, que habla en inglés en el original, que merece todos los elogios.