Nos sumerge de lleno en las simas más profundas y oscuras del cine de terror, en una deriva del mismo que conecta directamente, hasta erigirse en una secuela, con 'El Proyecto de la Bruja de Blair', la detestable y funesta cinta de 1999 de Daniel Myrick y Eduardo Sánchez -que aquí ejercen de productores-, que logró un insólita popularidad en gran parte debida a una inteligente y original promoción. Lo más lamentable, con todo, es que se vale para ello de unos recursos tan socorridos como torpes que se limitan a reiterar a lo largo de sus escasos 90 minutos los sustos, los impactos y los gritos en su afán por llevar al espectador al territorio del miedo y de lo escabroso. Un espectáculo inaceptable desde cualquier punto de vista que supone la confirmación de las escasas luces de un director, Adam Wingard, del que en España solo hemos visto, aunque pasó inadvertida por las pantallas, 'Tú eres el siguiente'.

Es probable con este panorama que cualquier adolescente hubiera hecho mejor las cosas que el propio Wingard, habida cuenta de que el sistema empleado para llevar a cabo su intento de sembrar el pánico entre el público no es otro que la cámara flotante, con la única novedad de que los actores las llevan colocadas en las cabezas para dar una mayor sensación de vértigo. Lo demás es pura reiteración, situando a los seis personajes en un ámbito inquietante, los bosques de las Colinas Negras, en Maryland, en donde supuestamente desaparecieron, cuando seguían la pista de la Bruja, la hermana de James y dos amigos suyos.

El caso es que la leyenda vuelve a cobrar vida cuando años más tarde el citado James y sus amigos Peter, Ashley y Lisa se atreven a introducirse en esos mismos lugares para desvelar el misterio de lo acaecido. Se da así carta blanca a una excursión soporífera y macabra, a la que se unirán dos guías de la zona que conocen a fondo el lugar, Lane y Talia, que genera una sucesión infernal de gritos histéricos. Así una y otra vez hasta que la noche se hace eterna y se llega una mansión solitaria que no añade nada nuevo que aclare las cosas. Un puro desmadre que lleva a lo grotesco y a lo ridículo