Un proyecto en teoría sugestivo y con muchas posibilidades que no ha logrado encontrar el punto exacto en el que dirimir sus objetivos. A pesar de ello y de la decepción que entraña, sería injusto hablar de fracaso total. Contiene hasta momentos sorprendentes que conducen las imágenes por los senderos del surrealismo y tampoco hay que marginar la labor de un Tom Hanks que, sin repetir éxitos anteriores, sí ofrece en ocasiones pruebas palpables de su profesionalidad y de su categoría.

Sin perder de vista que la cinta surgió como una iniciativa propia, motivada por la impresión que le causó la novela de Dave Eggers ´Un holograma para el rey´, que embargó también al director germano Tom Tykwer, cuyas credenciales previas (´La princesa y el guerrero´, ´El perfume´ y ´El atlas de las nubes´) prometían resultados de mayor peso.

Rodada en escenarios de Marruecos y solo con algunos exteriores en el marco real de Arabia Saudí, a pesar de lo cual las localizaciones son impecables, la película nos pone en contacto con un ejecutivo norteamericano, Alan Clay, que trata de superar una crisis profesional y humana. Acaba de divorciarse y las relaciones con su ex no son precisamente idóneas, aunque tiene mucha fe en el objetivo que lleva entre manos, vender un sistema de teleconferencias por hologramas al rey de Arabia de Saudí.

Para eso ha aterrizado en el país y tiene previsto entrevistarse con el viejo monarca. Lo peor es que la medida del tiempo y de las obligaciones son radicalmente distintas entre él y sus anfitriones y Alan verá como los días pasan sin que nadie acuda a su cita, de modo que tanto él como sus colaboradores se ven aislados en el desierto, protegidos por una carpa sin aire acondicionado e inmersos en una ciudad fantasma con edificios a medio construir y sin que apenas nadie haga frente a sus responsabilidades.

A pesar de que mejora un tanto a medida que avanza la proyección, las cosas no discurren como el director y Hanks hubieran deseado. No hay una integración plena del protagonista en este mundo tan ajeno al nuestro y este factor impide que comunique con el espectador y revele de forma convincente su caótico estado de ánimo.