Arroja un balance final positivo que dignifica la figura de su director, Vicente Villanueva, en la que es solo su segunda película, tras Lo contrario al amor con la que debutó en el largometraje en 2011, y resalta las virtudes del director en el terreno de la comedia, sobre todo.

Lo que más resalta, con mucho, es la mezcla de géneros que nos regala, desde el drama a la comedia y desde el musical al costumbrismo puro y duro, y la visión satírica y no exenta de cinismo de unos personajes demasiado ingenuos que muerden el anzuelo que se les ofrece con demasiada inocencia. Es un buen cometido de la actriz Alexandra Jiménez, magníficamente acompañada por una notable Cristina Castaño y con una Victoria Abril impecable que tiene el mérito de asumir su propio personaje con una carga de ingredientes casi explosivos.

Titulada en principio Móstoles no es lo que parece o la importancia de llamarse Encarna, esta es la crónica de una gran frustración al hilo del infortunio de una mujer que comprueba con desazón que su vida es un entero fracaso. No sólo en el plano laboral, con el mismo y anodino empleo desde que dejó los estudios, también en el afectivo, ligada al que era su profesor de matemáticas en el instituto, un hombre que la dobla en edad.

Con el agravante de que sigue viviendo en un Móstoles que odia. De ahí que sea, para cualquier cazador de incautos, una pieza única que no puede rechazarse. Por eso cae de lleno en las promesas que le hace la que fue su mejor amiga, una Maria Dolores que ahora se hace llamar Felicidad, con la que se reencuentra por casualidad después de bastantes años sin verse.

Se abre una aparente posibilidad de éxito y de triunfo cuando Encarna acepta ingresar en el negocio piramidal que le propone Felicidad y en el que esta última, supuestamente, se está enriqueciendo. Convencida por una Victoria Abril que hace las veces de cebo y de valedora de esta firma, pondrá todo su empeño y su dinero en este rotundo fraude.