No se ha parado el mundo. El cielo no se ha caído. La tierra no se hundió. Sin darte cuenta, sigues respirando. Si abres el grifo, hay agua. Todo está en calma, dentro de que nada en este mundo de incendios inesperados lo está. Hoy nacerán miles y miles de críos, y morirán otros tantos miles y miles de personas. Es decir, las esferas celestes no se paran y esto sigue su curso.

Si nos detenemos en España, tampoco. Y eso que el 28 nació nada menos que una nueva estrella en el mundo tele. Ha nacido Ten, y usted, tan ajeno. ¿Ten? Sí, Ten, un nuevo canal de TDT. Nada es lo que era. Antes nacía una tele y se paraba la luna. Hoy nace una tele y nadie se entera. ¿Ten? Ni idea, dirá usted con la mueca torcida, esa que ponemos cuando nos dicen el nombre de cualquier lagarta de las que reinan en Telecinco, de cualquier escoria de macarra intelectual que se enfada, de verdad, porque la cadena quita Mujeres y hombres para hablar de atentados yihadistas.

A este grado de saturación en la oferta hemos llegado. Nació Ten y el mundo sigue. Detrás, Secuoya, beneficiada por una de las últimas concesiones del Gobierno. Dice la empresa que nace sin línea editorial. Malo. Justo por eso me huelo cuál es. Aunque su fuerte no serán los informativos, tampoco abandonan ese tipo de contenidos, que serán en píldoras de cinco minutos bajo la idea de «últimas noticias», y sin presentador, y sin noticias de política, o sea, sociedad, medio ambiente, salud, moda.

Al no haber política, creen, no hay línea editorial. Ya. El mundo feliz que ofrece Ten -viajes, compras, esa cosa llamada tendencias, electrónica, o sea, consumo a todo trapo- es otra forma de retratar el mundo ocultando la cara b. Y basura yanqui. Es su línea editorial. Su política.