Las normativas sanitarias hacen que las matanzas privadas sean hoy casi una fiesta clandestina, aunque el escándalo del cerdo cuando le clavan el 'acorador' les delate.

La invitación a una de ellas es un honor y uno de los máximos placeres del año para un gastrónomo amante de la buena mesa. Las sensaciones comienzan una vez el cerdo es sacrificado, se sirve mesclat negrepalo i cazalla amb figues seques. A media mañana ses disfruta de las tallades, un firt de matatances y sobrassada vella con miel. Para comer, sopes de matances, con mucha col y para cenar arròs brut y aguiat de pilotes.

Otra delicatessen de matances sosn el firt de sang, los escaldums de matances y el excepcional fetge amb salsa, todas las especialidades eleaboradas con a materia prima procedente del cerdo recién sacrificado.

Como postre es habitual comer buñuelos de viento y las originales 'orellanes', elaboradas con manteca de cerdo fundida.