Durante una semana, en el colegio Pintor Joan Miró, se preguntó a los niños qué habían comido antes de entrar a clase por la mañana. Un 11,24 por ciento contestó que nada, que iban al cole con la barriga vacía. Es un dato, uno más de los que maneja este centro en el que se ha detectado un problema de nutrición en sus alumnos y que ha visto cómo el número de escolares que se quedaban a comedor se ha reducido un 75%. Y les preocupa, porque ese descenso significa que muchos padres o han perdido el trabajo y están en casa para darles la comida, o que otros no han recibido la beca de comedor.

No es una exageración, su director, Joan Rado, asegura que en este curso ha habido familias que no han podido comprar el material escolar porque necesitaban ese dinero para comprar comida y que le adeudan al centro 3.535 euros. Aunque la conselleria de Educación también les debe dinero, y mucho, 18.900 euros en becas, 10.000 euros en concepto de reutilización de libros, 1.361 euros de mantenimiento€

Según Rado, en estos dos últimos cursos, los recortes han afectado a la escuela pública y a las familias. "Sabemos que la gente está perdiendo el trabajo y muchos tienen que emigrar de nuevo", explica el director de un centro en el que hay alumnos de Alemania, Bulgaria, Senegal, Uruguay, República Dominicana, China, Libia€ y en el que el 24 por ciento de los niños son hijos de autónomos con sueldos precarios. "A la hora del patio, siempre hay niños que vienen a pedir galletas", añade Rado.

Un comedor casi vacío

A la hora de la comida, la sala del comedor se ha quedado demasiado grande. De 56 niños que tenían, ahora hay 15, y tres de ellos tienen beca por necesidades especiales. El resto, son los que se lo pueden permitir. "Y da gracias porque eso significa que sus padres tienen trabajo", comenta Joana Antich, antigua presidenta de la asociación de padres de alumnos y monitora de comedor. Hasta que sus posibilidades se lo han permitido, el centro adelantaba el pago del servicio de catering, pero el retraso en la concesión de becas de comedor ya es demasiado elevado para asumirlo.

El caso de este colegio público del polígono de Llevant no es único, hay más en Palma que viven las mismas dificultades, pero otros que salieron a la luz en el momento en que el PSOE denunció esta situación en un pleno de Palma prefieren no hablar más del asunto. Entre otras cosas, los socialistas propusieron que algunos comedores permanecieran abiertos durante el verano para seguir atendiendo a estos niños de familias sin recursos. La portavoz socialista y exalcaldesa Aina Calvo afirma que con una partida de 60.000 euros por vía de urgencia podría resolverse el problema. En un principio, al equipo de gobierno no le constaba que hubiera casos de malnutrición en los colegios, pero el alcalde, Mateo Isern, ordenó pedir información a los centros, que durante esta pasada semana tenían que aportarla. "Puede que haya familias que tengan miedo a que les quiten a sus hijos y otras que no quieren explicar que no pueden comprar ternera. De todas formas no tienen que actuar los maestros, sino la Administración", opina Calvo. Pero la malnutrición no surge de repente, también debía darse cuando ella regía la ciudad€ "No pagar las becas de comedor provoca esto. La situación se ha transformado en un problema de crisis severa en dos años", responde al respecto la exalcaldesa.

Para su formación política la solución pasa por un plan de lucha contra la malnutrición dirigido por políticos y en el que participen el Ayuntaniento, el Govern, las escuelas, servicios sociales y las ONG.

No hay datos concretos que den idea de la magnitud de la malnutrición infantil, pero eso tampoco quiere decir que no exista. Y esa es precisamente una de las reivindicaciones de quienes han visto alguno de estos casos, que se haga un informe de los problemas de nutrición a consecuencia de la crisis en niños, aunque no sean los únicos que no comen lo que toca. La OMS afirma que "una alimentación inadecuada en la primera infancia es uno de los principales factores de riesgo de mala salud a lo largo de la vida. Entre los efectos a largo plazo cabe citar un mal rendimiento escolar, una menor productividad, alteraciones del desarrollo intelectual y social, y diversas enfermedades crónicas".

"A veces tú le explicas a una madre cómo debe ser la alimentación y le preguntas si lo ha entendido... pero cuando has acabado, te dice que no tiene dinero para comprar la comida", explica de su experiencia profesional una enfermera de pediatría de una gran barriada de Palma, que prefiere mantener el anonimato. Tampoco ella tiene datos que cuantifiquen si existe malnutrición, desnutrición y en qué medida, pero sí que afirma que "hay problemas a la hora de alimentarse, porque la mayoría de padres no trabajan. Puede que de cada 10 casos, siete u ocho no tengan trabajo".

"Un niño pequeño necesita fruta, proteínas€ los alimentos perecederos es lo que les hace falta", recuerda la enfermera, y si en casa lo que hay es arroz o pasta casi a diario, pues no está recibiendo la dieta adecuada. Y lo mismo está pasando con las personas mayores. La misma enfermera sabe que algunos pacientes de sus compañeras de salud llegan a la consulta mareados y explican que llevan dos días comiendo arroz€

Desde Cáritas, su secretaria general, Margalida Riutord, tampoco tiene cifras sobre desnutrición o malnutrición infantil, "pero sí que es cierto que hace mucho tiempo que ayudamos a las familias. Y tenemos bastante preocupación por los niños", afirma. Riutord considera básico elaborar "un diagnóstico como toca. Tenemos casos aislados en algún pueblo o en una barriada a los que se les está haciendo un seguimiento", indica.