Los padres de Lluís Campins Riba han escrito esta carta en nombre de su hijo bajo el título ´Tecnología punta en Son Llàtzer´:

Nací el 24 de septiembre. Me he adelantado casi dos meses y me han ingresado en la unidad de Neonatología de Son Llàtzer. Mis padres me vigilan día y noche y aunque mi concepción casi provoca la muerte de mamá y la mía propia, ya que un derrame de placenta con la consecuente hemorragia se quería interponer en mi camino hacia la vida, los veo descaradamente tranquilos. Al principio no podía comprender, como siendo yo el primer hijo que engendran, podían mantener la cabeza tan fría y estar tan serenos y reposados la mayor parte del día. Al cabo de un tiempo en Son Llàtzer, me di cuenta del porqué de su tranquilidad y de su ausencia total de miedo. Me di cuenta de que estoy rodeado de unos profesionales fantásticos. Hacen fácil lo difícil, sencillo lo complicado y la ternura con que me trataban daban motivos más que de sobra a mis papis para estar completamente despreocupados.

Hacen turnos imposibles, les recortan el sueldo y las pagas extras y aún así van cada día a su puesto de trabajo con la mayor de las ilusiones. Y salvan vidas, cada día, como si fuera lo más sencillo del mundo. Como la de mamá o la mía propia.

Papá tuvo que correr mucho con el coche. Eran las 4:30 de la mañana y mamá perdía sangre en el asiento de al lado. Por suerte, yo había roto el saco embrionario y afloró la hemorragia interna que me estaba ahogando. Resultaba que los pequeños dolores abdominales que sufría mamá no eran tan pequeños como creían y el derramamiento de placenta amenazaba seriamente dos vidas.

Cuando me sacaron, los nervios fueron en aumento, ya que yo había empezado a tragar sangre y mientras mamá se recuperaba de la cesárea, yo ingresaba a la unidad de Neonatología. Allí empecé a comprender lo importante que son ciertos aspectos de la vida ¡y eso que no llevaba vivo ni dos horas! Me enseñaban a luchar por mi supervivencia.

He estado con ellos más de un mes y aunque estoy muy contento de poder salir del hospital y conocer mi nueva casa, de conocer a mi perrita o de hacer nuevos amigos, no puedo dejar de pensar en que los echaré mucho de menos . No puedo dejar de pensar en lo bien que me han tratado y en todo lo que me han enseñado. (Sé que mis padres opinan de la misma manera ya que mientras en la incubadora me hacía el dormido, los oía cuchichear sobre el tema).

Rosa, María José (al menos dos), Ana (la dulzura hecha pediatra), Cris, Ángeles, Patricia, Silvia, Inés, Yolanda, Carmen, Isabel, Mari Ángeles, Dani (o don Dani, como le gusta que le llamen), Núria (gracias por el regalo de mi ´CumpleMes´), Mar, Vanessa, Vero, Xim, Paquita, Jana, Mario, Magdalena o varias Anas (¡Mil perdones a todos los que no he mencionado!) son auténticas máquinas de la más avanzada tecnología. Son máquinas que nunca fallan, no decepcionan y desprenden ternura por los cuatro costados. Son una muestra de la mejor tecnología que tenemos en este país y que es en la que debemos invertir. Personas sacrificadas que salvan vidas a diario con la mayor de las normalidades, sin hacer alardes. Simplemente porque se dedican a lo que aman y lo hacen muy bien.

Esta es la gran riqueza que he observado. Grandes profesionales que dan la vida a los demás. Que acuden a su lugar de trabajo, sin darse cuenta de la magnífica labor que están realizando. No se dan cuenta de que cada una de las personitas que pasa por sus manos, les estará eternamente agradecida.

Yo, simplemente, les debo la vida. ¡Casi nada!

Lluís Campins Ribas