Ha muerto Fernando de Villalonga y Truyols, a consecuencia de un accidente en casa, y después de luchar esforzadamente por superar las derivaciones del incidente. Fernando había llegado a una avanzada edad, con buena salud, a pesar de no haber superado nunca la muerte de Carmen, su mujer, con la que tuvo una encomiable convivencia durante su matrimonio.

Fernando, con el que tuve una larga y estrecha relación independientemente de nuestra situación de parentesco familiar, era una de las personas más educadas que he conocido. Jamás le oí criticar a alguien, más bien siempre destacaba las cualidades de las personas de las que hablaba. Pertenecía a una de las familias históricas de Mallorca, era el primogénito y legatario de la Casa de Villalonga, familia de la que poseía y conservaba su importante archivo. Ostentaba el título de Marqués de Casa Desbrull y nunca presumió de nada de eso, más bien fue persona de trato natural y afable.

Durante muchos años fue presidente de la Cruz Roja en Balears y miembro de la dirección nacional de esta institución, con carácter altruista. En su mandato realizó una destacada labor, impulsando el traslado de la sede y hospital del organismo a su actual ubicación. Consagró durante su presidencia un notable esfuerzo personal y no solo eso, sino que en algunos periodos tuvo que sufragar, personalmente, gastos y nóminas de la entidad. Fernando fue también, durante doce años, presidente del Consejo de "La Caixa" en Balears y miembro del consejo de administración de la entidad, cargo en el que coincidimos durante un año cuando yo fui nombrado director general.

Sucedió en la pertenencia de la casa de los Villalonga de la palmesana calle de la Portella, anteriormente casa Togores, conocida actualmente como ca la Gran Cristiana. Por dificultades propias de todas las familias tuvo que venderse en 1966, y entonces, él y yo negociamos la transferencia al Ayuntamiento y al Ministerio de Educación y Cultura, y pusimos especial condición en que el edificio pasase a ser destinado a casa-museo. El entonces alcalde de Palma, Máximo Alomar, secundó nuestro propósito con notable eficacia.

Fernando de Villalonga fue una bella persona, muy apreciado por todos los que le conocieron y, por lo que a mí respecta, además de todo ello, un primo querido y un gran amigo. Cuando un amigo muere no desaparece del todo, algo de él permanece entre nosotros. Es algo incierto, íntimo, personal, pero innegable. Su elegancia, su sencillez, su afabilidad, la tendremos siempre en el recuerdo. En definitiva, su verdadera evocación seguirá entre nosotros.

STTL, Sit tibi terra levis, (que la tierra te sea leve), querido Fernando.