El empresario, Bartolomé Cursach, despistó ayer a los medios presentes en la cárcel de Palma con la ayuda de un empleado, que confundió a los periodistas al acercarse a la puerta principal ante su inminente salida.

La estrategia surtió efecto: mientras la prensa seguía al detalle los movimientos de la entrada, el empresario -con sudadera negra y gris y unos vaqueros- abandonaba la cárcel por una puerta lateral, rodeaba a los medios y lograba escabullirse en el Lexus blanco.

El empresario logró al tercer intento que la Audiencia de Palma decretara su libertad bajo fianza, posibilidad que antes le denegaron los dos jueces de instrucción, Manuel Penalva y Miguel Florit, que dirigen la investigación por la que terminará sentando en el banquillo acusado de graves delitos. Sin embargo, en el tercer intento, los argumentos del abogado defensor, Fernando Mateas, convencieron a los tres jueces del tribunal.