Décadas atrás, el regalo estrella de las comuniones era el teclado Casio o una bicicleta Mountain Bike. Hoy lo que cada vez piden más niños para esta celebración es un móvil. Y por móvil se entiende un smartphone, con conexión a internet (las nuevas generaciones no conciben un teléfono que solo sirva para llamar). En España la edad media para hacer la primera comunión son los nueve años.

Sí, hay críos de nueve años que tienen móvil. A los diez años, uno de cada tres niños ya lleva uno. A los doce, el 70% de los chavales españoles tiene teléfono inteligente.

Los niños tienen un mundo de potenciales y riesgos en el bolsillo y se van a la escuela con él. Y la escuela se encuentra con un nuevo aspecto a gestionar.

En Francia directamente se ha prohibido llevarlo al centro educativo: no se pueden usar ni el tiempo del patio. Era una promesa electoral de Emmanuelle Macron, fundamentada en que es un elemento que distraía y que los profesores se pasaban el día tratando de controlar su uso.

Aquí, cada colegio e instituto establece sus normas. Ni los expertos ni los equipos directivos apuestan por la prohibición total como en Francia, pero admiten que es un tema que genera nuevos conflictos. La cuestión, creen, es fijar límites y educar.

"Es un tema muy complejo que requiere mucha energía del profesorado", apunta Llorenç Llop, director del instituto de Capdepera. En su centro, en clase solo se puede usar si un profesor decide utilizarlo como herramienta educativa. Cuando no se autoriza, hay docentes que les hacen dejarlos en un cajón. Otros les dejan tenerlos, pero si les pillan usándolo pueden ser amonestados o se les puede llegar a confiscar el dispositivo.

Intentar requisarlo genera a veces un enfrentamiento: hay chavales que se niegan a desprenderse del móvil. Llop recuerda que es "un elemento identitario con mucha fuerza para ellos".

La normativa del instituto considera falta "muy grave" que un alumno vulnere la protección de datos; el derecho a la intimidad o el honor de otro compañero o de un profesor: "Somos muy estrictos en el tema de que hagan un uso indebido, como hacer y difundir fotos y vídeos hechos sin permiso", subraya Llop. Cabe recordar que este riesgo no es exclusivo de los institutos: la Universitat impulsó una normativa de restricción de uso del smartphone en clase al detectar que alumnos grababan explicaciones y las subían a Youtube.

En el IES Capdepera, en el patio el uso del móvil es libre, pero intentan que se reduzca al haber detectado un riesgo más sutil del smartphone: el sedentarismo. Donde antes se veía a chavales jugando al fútbol, ahora se ve a chavales sentados mirando la pantalla. Por ello, impulsan ginkanas; un campeonato de mato e incluso que jueguen a la comba. Lo que sea, pero que se muevan: "Están muy apalancados".

Pese a todo, Llop no es partidario de la prohibición total: "Hay que educar, deben aprender a usarlo de forma responsable". Para ello, tratan el tema en tutoría, intentando que sean conscientes, por ejemplo, de qué supone amenazar a un compañero por Whatsapp; difundir según qué imagenes; tratar con desconocidos...

Dentro de ese intento de educar en el uso del móvil, los centros tienen el apoyo de figuras como la Guardia Civil, Policía Nacional o el Policía Tutor, que imparten charlas en los centros sobre el ciberbullying y otros riesgos (como las apuestas on-line, una problemática al alza).

El foco está puesto en los institutos, pero como los niños cada vez tienen móvil antes, los colegios también se ven obligados a tomar cartas en el asunto.

Joana Maria Mas, directora de Ses Rotes Velles, en Santa Ponça, explica que algunos padres que no pueden acompañar a sus hijos a clase quieren que lleven el móvil encima por seguridad durante el trayecto y así lo firman en un papel a principio de curso. Cuando llegan al colegio deben entregarlo al tutor, que lo guarda en un cajón con llave. De momento, aún no han tenido problemas dentro del centro, pero sí saben de conflictos fuera (en el parque, en el polideportivo...) y teme que acabarán llegando a los colegios.

Las familias

Con este tema (como con tantos otros) la escuela tiene un papel importante pero es más fácil si tiene a la familia como aliada. El problema es que muchas no saben cómo afrontarlo y por eso las APIMAS organizan cada vez más charlas y talleres centrados en este aspecto.

Inmaculada Gómez, pedagoga, ha realizado ya varias. Hace dos semanas estuvo con padres del colegio Pere Rosselló Oliver de Alaró y les dio tres consejos. Primero, dar ejemplo: "Si los padres quieren educar en lo digital a sus hijos, ellos también deben educarse y limitar su uso del móvil".

Segundo: "Al darle el móvil, dedicar una hora a explicarle los riesgos, como la usurpación de la identidad o la huella digital, y hacer un contrato por escrito con las restricciones y las consecuencias en caso de que no cumpla".

El tercer consejo: el control parental. Usar las aplicaciones existentes para ello y conocer el entorno en el que se mueven (no tratar de conocer al dedillo la última red social de moda , pero sí entender lo básico y cómo controlarlo).

Jordi Jubany, maestro, antropólogo y experto en educación digital, también defiende la idea del contrato. "Al ponerlo por escrito se le transmite al niño que es algo importante", indica el autor del libro La família en digital. Jubany, que esta semana ha impartido una conferencia en la UIB bajo el título Aprendre i educar-nos en una societat connectada, añade otra idea: el "vermut digital". Reservar un rato para que todos los miembros de la familia hablen de cómo les ha ido la semana en el mundo digital: de 'me he instalado esta 'app' a 'ahora juego a un videojuego on-line'. Así, los padres pueden dar consejos o detectar posibles riesgos, como por ejemplo si empiezan a relacionase con desconocidos.

Otra recomendación es hacer trabajo en red con la escuela y los otros padres. Pone un caso real sobre un reto cada vez más popular entre los jóvenes: ser el último en conectarse al Whatsapp, lo que supone quedarse hasta las tantas despierto ¿Solución? Todos los padres se coordinan y a partir de las nueve de la noche en ninguna casa se puede usar ya el móvil (ojo: los adultos tampoco).

Jubany también se muestra en contra de prohibir totalmente el uso del móvil en clase: "El escenario comunicativo ha cambiado muchísimo y la escuela no puede negarlo, hay que enseñar a los niños a moverse en el ámbito digital: publicar en red, cribar información, respetar el copyright...".

Además, defiende las mil posibilidades de uso pedagógico que ofrece el móvil, con buscadores como ToolBox, especializado en localizar 'apps' educativas.

Jesús Salinas, director del Institut de Recerca e Innovació Educativa (IRIE) y miembro del grupo de Tecnología Educativa de la UIB, tampoco es partidario de prohibir e insiste en que "la unión de los dispositivos móviles con la web, la realidad aumentada, realidad virtual, los códigos QR... abre un universo de posibilidades".

Indica que aunque pueda verse el móvil como una amenaza, en realidad puede ser "un aliado" si se establecen estrategias pedagógicas:"Incentivan la creatividad, la imaginación y la conectividad", valora.

La pregunta del millón: ¿Cuál es la edad adecuada para que un niño tenga su primer dispositivo? Gómez cree que por madurez y desarrollo cognitivo lo ideal sería a los 16 años, pero es realista: "No me va a hacer caso nadie, los chavales sienten presión social por tenerlo cada vez antes y los padres ceden". Así las cosas, dice la pedagoga, la cuestión es acompañarlos.

Para Jubany la pregunta no es a qué edad le doy el móvil al niño sino "¿desde qué momento estoy dispuesto como padre a acompañarle?". Ha comprobado que multitud de familias renuncian a hacer este trabajo excusándose en que "ellos saben más, yo estoy perdido". Pero ahora criar niños, educar, también incluye este aspecto y hay que acompañarles, desde casa y desde el 'cole'. De lo contrario, advierte, "corremos el riesgo de que los nativos digitales se conviertan en huérfanos digitales".