El panorama con el que se toparon los investigadores al registrar la empresa cárnica de Marratxí distaba de asemejarse al de una firma especializada en venta de productos alimentarios de alta calidad. Un "olor insoportable" se instaló en sus pituitarias nada más traspasar el umbral de sus instalaciones. Esta fue la antesala de la detección de un cúmulo de irregularidades sanitarias y laborales.

Los jamones cubiertos de moho delataban que su estado de conservación no era precisamente óptimo. También encontraron conservas con la caducidad sobrepasada en tres años más allá del límite.

El punto de partida de las pesquisas de la UCRIF fueron las pésimas condiciones laborales detectadas en sus trabajadores. La jornada se iniciaba a las seis de la mañana y no concluía hasta las cuatro de la tarde, con una breve pausa para comer, al cabo de una semana se cumplían 60 horas.

La distribución de los productos cárnicos también se encomendaba al personal que era encargado de tratarlo. De acuerdo con la investigación, los portes de estos alimentos los hacían en su vehículo particular, carente de refrigeración, y el consumo de combustible corría a cargo de su propio bolsillo.

Los trabajadores también tenían que comprarse ellos el propio material para desempeñar su trabajo de forma segura. Algunos tan básicos en su labor como los cuchillos o los guantes metálicos para el corte de carne.

Alarmantes infracciones

Pese a estas alarmantes infracciones en el ámbito laboral, la principal preocupación se centró en el ámbito sanitario. En vista de las irregularidades detectadas, las pesquisas fueron encaminadas a impedir que pudiera ponerse en circulación alguna otra partida que pudiera poner en riesgo la salud de las personas. Máxime cuando algunos colegios se encontraban entre los principales clientes de esta empresa cárnica y existía el riesgo potencial de que niños pudieran verse afectados.

Durante el exhaustivo registro de las cámaras frigoríficas de la empresas cárnica, muchos investigadores quedaron ateridos por el frío mientras constataban que la fecha de caducidad de algunos productos se había sobrepasado.

La artimaña que más sorprendió a los funcionarios durante la inspección fue la descongelación irregular de algunos productos cárnicos con la finalidad de aparentar que se trataba de género fresco.

En principio, esta empresa cárnica se encargaba de la distribución de productos cárnicos de alta calidad a diversos restaurantes, hoteles y colegios. Muy en especial la ternera. Sin embargo, el análisis detallado del etiquetado de los alimentos no se correspondía con su imagen corporativa.