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Defensa propia

Que caiga todo el peso de la ley

En la delincuencia, en los actos de maldad, también hay grados. No es lo mismo atracar a una octogenaria para robarle la pensión que echarle valor e intentar quitarle la cartera a Mike Tyson en su buena época (o en la mala, que viene a ser lo mismo). De igual manera que no consigo que me caiga mal el hacker arrestado recientemente en Alicante por desvalijar bancos rusos a distancia, el empresario cárnico detenido por la Policía me provoca una especial aversión. Por supuesto que el industrial y sus colaboradores tienen derecho a la presunción de inocencia y los cargos que les imputan deberán ser probados en un juicio, pero en el caso de que sea cierto, estaríamos ante uno de los delitos más repugnantes a los que nos puede empujar la codicia. Primero porque no estamos ante un desgraciado, sino ante un empresario con recursos en un sector boyante, que habría cometido las irregularidades para ganar más dinero. Y segundo porque de ser cierto, repito, que distribuía alimentos en mal estado a comedores escolares, demostraría una falta de escrúpulos casi ilimitada.

Hay pocas cosas sagradas para mí, pero los niños son una de ellas. Si las acusaciones son probadas en un juicio, debe caer sobre los culpables todo el peso de la ley. Por ellos y por los que vengan detrás, como toque de atención para otros empresarios faltos de ética. Porque ­- y aquí la mejor cita de un papa que conozco- con los niños no se juega.

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