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Opinión

Comercio chino

Las generalizaciones son siempre desaconsejables, así que cabe suponer que habrá comerciantes chinos llenos de virtudes y del todo respetuosos con la normativa que rige las transacciones de compraventa

Comercio chino

Las generalizaciones son siempre desaconsejables, así que cabe suponer que habrá comerciantes chinos llenos de virtudes y del todo respetuosos con la normativa que rige „es un decir„ las transacciones de compraventa. Pero a juzgar por lo que se puede leer en el reportaje de estas páginas, tales tenderos, ya sean al por mayor, como es el caso, o al por menor, que en toda compraventa hay dos partes, son un mirlo blanco aún por descubrir.

Las ciudades españolas se han cubierto de tiendas en manos de ciudadanos de origen chino que venden a precios en verdad más que competitivos productos de todo tipo. Son las herederas de las que antes, cuando se pagaba en pesetas, anunciaban "todo a cien" o colmados minúsculos pero repletos de productos de alimentación. Ya de entrada, resulta chocante la tolerancia que tienen las autoridades con los horarios de apertura de esos establecimientos.

Pero a lo que íbamos es al origen de los productos, idénticos en todos los casos, que se venden allí. Su procedencia es más que obvia dado que las naves de venta al por mayor son gigantescas y, por tanto, bien fáciles de identificar. Las situadas en el polígono industrial Cobo Calleja de Fuenlabrada pasan por ser las más grandes de Europa. Pero también aquí, en Son Castelló, las hay. Todas ellas están en manos de muy pocos mayoristas que forman, de hecho, una mafia bien típica. Y en ellas se ofrece el pago en metálico como manera mejor de evitarse el tener que abonar el IVA. Un funcionario del organismo que controla „es otro decir„ los impuestos en este país ha asegurado al Diario de Mallorca que el fraude es masivo, que participan en él tanto chinos como españoles y que la doble contabilidad es aún más difícil de perseguir porque se lleva en lengua china.

Que identificar, perseguir y castigar los actos comerciales delictivos en los que están implicados los chinos sea difícil es fácil de entender. Pero no supone excusa alguna para permanecer de brazos cruzados. De hecho, Hacienda ha ido llevando a cabo operaciones de registro para identificar el fraude fiscal como la que en el año pasado llevó el nombre de "Dragón".

Pero es un hecho que el delito continúa, extendiéndose además hacia el blanqueo de capitales por medio de los turistas (¿) chinos que compran cantidades inmensas de productos de lujo en los grandes almacenes de nuestras ciudades. Cómo será la cosa que en el más conocido de los que existen en España hay ya carteles en chino y las promociones se anuncian por los altavoces en esa lengua. Los supuestos turistas pagan en metálico con el dinero negro proporcionado por los mayoristas mafiosos, exigen la devolución del IVA (ya tenemos un 21% de beneficio) y se llevan los productos de moda para su reventa en el gigante de Asia. Las operaciones online facilitan el procedimiento. Y hasta nombre propio tiene tal método de blanqueo: "daigou".

Caben pocas dudas acerca de que la única forma que existe para perseguir semejantes delitos es un control férreo de las operaciones comerciales. Si hay contabilidades B en chino mandarín, habrá que tener funcionarios o asesores que sepan leer en esa lengua. Pero tampoco estaría mal el poner un límite controlable al pago en metálico. Antes de llegar a casos como el del banco chino ICBC, imputado por un juez de la Audiencia Nacional a causa del ingreso en metálico en su sede de Madrid de más de 214 millones de euros en tres años, hay mucho camino por recorrer.

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