Tras poco más de un año en prisión, ayer Cursach por primera vez rompió su silencio para explicar la razón por la que guardaba debajo de la cama, en el dormitorio principal de su casa, un arma carabina, modelo Winchester, que había entrado en España de forma ilegal. El empresario se sentó en el banquillo de los acusados para responder de un delito de tenencia ilícita de armas, por el que fiscalía pide que cumpla un año y medio de cárcel. El arma fue encontrada en el registro de su casa, junto a quinientas balas, guardadas en un cajón del vestidor. Cursach no tenía ni licencia de armas (tenía una caducada), ni guía de pertenencia del arma.

Fue precisamente la localización de las balas lo que justificó que los policías le preguntaran a Cursach si guardaba algún arma. "Yo les indiqué que tenía una escopeta bajo la cama". Aunque no podía negar que el arma estaba en su poder, el acusado explicó que, en realidad, no era suya, sino que pertenecía a un amigo suyo ya fallecido, al que identificó con el nombre de Miquelet. "Este amigo era cazador y me pidió si podía utilizar una caseta que tengo". Cuando falleció, su familia se llevó sus cosas, pero dejó la escopeta, que encontró una sobrina suya. "La cogí, la metí debajo de la cama y no la volví a tocar nunca más. De esto hace más de ocho años".

El empresario no fue muy preciso al indicar la fecha en la que encontró el arma. Sin embargo, aseguró que "si no encuentran las balas, no me habría acordado que estaba allí". El fiscal Subirán le preguntó la razón por la que, al tratarse de un arma sin documentos, no la entregó en la Guardia Civil. Cursach respondió que "jamás pensé en usarla. Estaba allí, debajo de la cama, pero nunca la utilicé".

Sobre el permiso de armas que entregó su abogado, documento ya caducado, explicó que obtuvo esta licencia empujado por un grupo de amigos cazadores. "Me dijeron que me sacara la licencia, pero nunca la he usado". La carabina que encontraron en su dormitorio estuvo durante todo el juicio en la mesa del juez Eduardo Calderón. En algún momento estuvo en manos del empresario, a petición de su abogado, que quiso demostrar que su cliente era incapaz de detectar la procedencia del arma. "Yo soy animalista, no mato. No he disparado nunca un arma", insistió Cursach.

No solo se localizó munición en su casa de Puntiró, sino también en su otro domicilio de Palma. El acusado explicó que compró unas balas para disparar contra las orugas de los pinos, pero que nunca se utilizaron. "Tampoco me acordaba de que estaban allí".

Su defensa se interesó por conocer los detalles de su detención y los posteriores registros, pero sobre todo concretar si le habían leído sus derechos y le habían ofrecido asistencia letrada. Cursach dijo que había pedido que se llamara a su abogado, pero no se hizo y, por tanto, no estuvo presente en el registro de su casa.

Pidió ayuda

La inspectora del grupo de Blanqueo, que dirigió la detención de Cursach, confirmó que primero se encontró la munición y después el empresario señaló el escondite de la carabina. Negó que el arma, que estaba cargada, la cogiera el acusado, sino que lo hizo un policía que participaba en el registro. El agente comprobó que la carabina estaba cargada y, a primera vista, funcionaba perfectamente, como más tarde se comprobó en la galería de tiro de la Policía.

La inspectora desveló que Cursach se le acercó y susurrándole al oído "me pidió que le ayudara sobre el tema del arma. Le respondí que ese era el menor de sus problemas, porque estaba acusado de otros diez delitos". Este intento para que el episodio de la escopeta quedara "olvidado" fue confirmado por otro funcionario.

La inspectora recordó que el empresario justificó la presencia de la escopeta bajo su cama por una razón de seguridad y defensa. "Explicó que la casa era muy grande, que a veces estaba solo y tenía miedo".

Un guardia civil especialista en tratamiento de armas confirmó que en la base de datos no se localizó una sola referencia de la carabina hallada bajo la cama del empresario. Ello indicaba que se trataba de un arma que entró ilegalmente en España y que no se conocía a quién había pertenecido. Explicó también que en una armería es imposible comprar munición si el cliente no presenta la licencia y la documentación del arma. Además, señaló que está prohibido que una sola persona disponga de más de doscientos proyectiles. Cursach guardaba más de quinientos en su casa. El experto explicó que el arma intervenida al empresario no se puede utilizar para cazar, porque está prohibida.

Ninguna de las razones que alegó el acusado para justificar que guardara el Winchester bajo su cama convencieron al fiscal Miguel Ángel Subirán. Todo lo contrario. Ratificó su propuesta para que se le condenara a cumplir 18 meses de cárcel como autor de un delito de tenencia ilícita de armas. El fiscal aseguró que "mientras se está en posesión de un arma ilegal, se comete un delito de tenencia ilícita". Subirán reconoció que se sorprendió cuando Cursach habló de que era animalista. "Esta frase me ha llenado de estupor", señaló el fiscal, que indicó que, aunque fuera animalista, lo cierto es que tenía un arma para matar.

Para la acusación no era una casualidad que se tratara, precisamente, de un arma que no constara registrada legalmente. "A Cursach le interesaba la clandestinidad para poder usar el arma. La adquirió sabiendo que era ilegal, porque si disparas con ella, nadie sabe de quién es el arma". Subirán insistió también en que está prohibido que una persona disponga de más de doscientos proyectiles, pero que Cursach "tenía más de quinientas en su casa".

El fiscal recordó que uno de los delitos que se le imputa al empresario del ocio es pertenencia a una organización criminal, de allí que se entienda que "tuviera un arma".

El empresario, que apareció en el juzgado con un aspecto mucho más delgado respecto al día de su detención, aprovechó el turno de última palabra para desmentir a los policías que habían declarado. "La escopeta la saqué yo de debajo de la cama. No tenía la varilla que se utiliza para que pueda disparar. Después se la entregué al policía". El primer juicio contra el empresario quedó visto para sentencia.