El presidente de la asociación Tramuntana XXI, Antoni Martínez, defiende que la Serra de Tramuntana no debe ser un mero escenario, sino un sitio para disfrutar, pero siempre acudiendo a ella con una actitud de respeto y para unos usos plácidos. Y con ese respeto en mente van los investigadores a este paraje natural protegido para impulsar proyectos de geología, ecología, biología... Ponen así su granito de arena en la preservación de este paraje excepcional, patrimonio de la humanidad.

En Mallorca se hace mucha investigación en la Serra y para la Serra. Y Tramuntana XXI quiso divulgarlo, dar unas breves pinceladas sobre los proyectos científicos cuyo objeto de estudio es la Serra. Para ello organizó una jornada el pasado fin de semana, a la que asistió una treintena de personas.

El acto comenzó en el Jardín Botánico de Sóller. Como preludio a las charlas posteriores, su director, Josep Lluís Gradaïlle, hizo un breve repaso a la historia de la institución (un proyecto que comenzó a andar en 1985 y abrió sus puertas al público en 1992) y explicó su labor de conservación, investigación y divulgación.

La jornada tuvo lugar en la sede del Museu Balear de Ciències Naturals y comenzó con la exposición de Carme Garau, ingeniera agrónoma del Institut de Recerca i Formació Agrària i Pesquera que habló sobre las variedades de olivos que hay en la Serra.

Garau comenzó recordando que en el mundo hay más de 3.000 variedades de olivos y que ahora la identificación de unas y otras es más fácil al pasar de la descripción morfológica a la molecular, secuenciado el genoma y comparando. Fruto de este cambio se ha comprobado que las oliveras centenarias de la Serra tienen un perfil genético diferente que las oliveras de la variedad empeltre. Se desmiente que, como se sostenía hasta ahora, la mallorquina y la empeltre sean la misma variedad. En cuanto a variedades localizadas en la Serra, Garau apuntó cuatro: la mallorquina, la sevillí, la morisca y la olivoner.

Joan Arbona, matemático jubilado y geólogo aficionado, describió el ingente trabajo que ha llevado a cabo para completar una "exhaustiva cartografía" de la Serra, pateándola casi al 100%, acotando zonas litológicas, sin dejar un palmo por escanear y fotografiando lo más relevante (tiene un catálogo con más de 11.000 fotos de rocas). Arbona explicó que esta (laboriosa) metodología es necesaria para estudiar la geología de la Serra dadas la peculiaridad del terreno.

Samuel Pinya, doctor y miembro del grupo de Ecología Interdisciplinar, expuso cómo su apuesta por la fotoidentificación de ejemplares permitió hacer un seguimiento más fiable (y nada lesivo para los animales en comparación con los métodos usados antes) de las poblaciones de ferrerets en la Serra (estudio para el que contó con el apoyo de Ferrer Hotels).

Marga Gomila, microbióloga de la UIB, habló sobre el tema de más actualidad: la Xylella fastidiosa. Hizo un poco de historia y recordó que ya en 1880 más de 14.000 viñas quedaron devastadas en California por este patógeno que ya sabemos que está en nuestra isla, amenazando a 76 familias botánicas. En Mallorca, recordó que el primer positivo fue confirmado en octubre de 2016.

Según datos ofrecidos desde la conselleria de Medio Amiente, en solo seis meses se confirmaron más de 200 casos en una muestra de casi mil ejemplares analizados.

Marc Carriquí, doctorando e investigador del grupo de Biología de las Plantas en Condiciones Mediterráneas, contó el estudio que están llevando a cabo sobre las consecuencias del incendio forestal que sufrió la Serra en 2013 y que calcinó 1.492 hectáreas (el 2% de la Tramuntana). El proyecto monitoriza la ecomorfología 'post-incendio' usando drones y satélites. Entre otras cosas están comprobado que las marjades evitan que la erosión sea mayor, "pero están desapareciendo", recordó.

Al concluir las charlas, los asistentes plantearon varias preguntas a los ponentes, quienes con su labor científica y divulgativa contribuyen a fomentar el respeto por la Serra y, por tanto, su conservación.