Un padre desesperado por recuperar a su hijo y dispuesto a explorar todas las opciones -incluidas las ilegales- para conseguirlo. Es Ibrahima Pouye, senegalés residente en Mallorca desde hace 24 años y que afronta el peor trance de su vida desde que el pasado 20 de diciembre viajó a Dakar, capital de Senegal, con su mujer, su hija de ocho años y su hijo de trece para pasar las vacaciones de Navidad en su tierra natal.

"Sabía que mi hijo Mohamed podía tener algún problema con el visado, pero estaba seguro de que podía resolverlo sin problemas en el consulado español en Dakar", explica Ibrahima, trabajador de la construcción y residente en Santa Margalida, en un perfecto catalán.

A diferencia de su hermana pequeña, Mohamed nació en Senegal. Criado en Mallorca desde los seis años, estaba escolarizado en Santa Margalida, donde la familia vive plenamente integrada desde hace años. Pero en 2015 al niño le caducó su NIE.

"Desde entonces he intentado volver a hacer el reagrupamiento familiar, sin éxito. Pensé que en Dakar me resultaría más fácil. Tenía toda la documentación necesaria y sabía qué tenía que hacer. Ni siquiera me preocupé cuando me dieron cita en el consulado para el día 15 de enero, pese a que teníamos previsto volver a Mallorca el 11. Firmé un poder notarial a mi madre para que hiciera la gestión y dejé a mi hijo con ella pensando que en unos días le tramitarían el visado con el que podría entrar en España", rememora Ibrahima.

Sin embargo, el consulado denegó el documento. Desde aquel día el senegalés ha chocado contra todas las administraciones. Las de allí y las de aquí. "Cada vez que voy a Extranjería para pedir un nuevo reagrupamiento familiar me exigen una documentación diferente. Y cuando les llevo lo que me han pedido me dicen que no sirve o que necesito más papeles", cuenta Ibrahima con desesperación.

"En el consulado español en Dakar todo funciona a base de trapicheos. No me gusta hablar así, pero a los blancos les tratan de una manera y a los negros de otra. Vas allí y si eres de color te sientes segregado", afirma mientras revisa nervioso toda la documentación que ha acumulado desde que inició los interminables trámites para traer de vuelta a Mohamed.

"Ahora mismo mi hijo está fuera del sistema. Se ha criado aquí, en castellano y en catalán. No puede seguir un curso allí en francés, no conoce el idioma, ni conoce a nadie salvo a su abuela", lamenta Ibrahima.

El consulado ya le ha denegado el visado, por lo que la única salida legal es intentar una reagrupación familiar que puede alargarse entre seis meses y un año. Demasiado tiempo para el senegalés, que baraja opciones más rápidas pero ilegales. "Estoy dispuesto a hacer lo que sea. Incluso pagar a un traficante para que lo lleve a Francia. Luego le traería desde allí sin problemas. También se me ha pasado por la cabeza traerlo dentro de una maleta", indica Ibrahima, que ha seguido con atención el caso de un costamarfileño residente en Cádiz que pagó a un traficante para que trajera España a su hijo de 8 años metido en una maleta.

"Si supiera que así podría tenerle aquí conmigo, lo haría sin dudarlo. Lo que no permitiré es que el día de mañana mi hijo pueda pensar que su padre no hizo todo lo posible por traerle aquí", advierte. "Que me pongan una multa o lo que quieran, como si le tengo que hacer venir en patera", añade.

Un viaje educativo

Este padre recuerda ahora, con amargura, los preparativos de un viaje que debía ser una lección de vida para su hijo. "Pensé que era bueno que hiciera el viaje porque ya se había convertido en un niño como los de aquí. Tenía todo lo que necesitaba y más: ordenador, teléfono móvil... Este curso había sacado malas notas, así que pensé que además de ver a su familia allí y conocer sus raíces, podía ser un viaje educativo para que viera que hay otros muchos niños que no tienen lo que él tiene aquí. Ni cosas materiales, ni tampoco las mismas oportunidades. Por eso cuando supimos que tendría que quedarse unos días allí solo con su abuela por el visado pensé que hasta le podría ir bien", argumenta el senegalés.

Ibrahima ha perdido la esperanza casi por completo en recuperar a su hijo mediante los canales oficiales. "Ahora está en un limbo. Y ya ha perdido dos meses de curso, no puedo permitir que pierda más tiempo. Allí está bien cuidado por su abuela, pero no es lo que él conoce, donde se ha criado. Pasa los días sin hacer nada, solo queremos que vuelva a Mallorca para que todos podamos seguir con nuestras vidas aquí. Es increíble lo que nos está pasando", relata.

"Me siento un mallorquín más. En Santa Margalida estoy súper a gusto. La gente te ayuda cuando tienes un problema, me siento muy integrado en cuanto a la vida en el pueblo, el trabajo... Aprendí a hablar mallorquín porque era importante para comunicarme y me encanta. Pero claro, la administración es otro mundo", concluye.