Tal día como hoy, hace ahora un año, los policías del Grupo de Blanqueo de la Policía entraban en el domicilio de Bartolomé Cursach con un mandamiento judicial que ordenaba su detención. Si bien el empresario de la noche conocía desde hacía mucho tiempo que se le estaba investigando, y sospechaba incluso que le habían intervenido sus conversaciones telefónicas, la presencia esa mañana de la Policía en su casa fue una sorpresa. Desde entonces, el poderoso empresario no ha vuelto a disfrutar de la libertad que persigue desde hace muchos meses, pero que de momento parece que no va a conseguir.

Pocas veces se han reunido tantas pruebas y se ha tomado declaración a tantas personas antes de adoptar la drástica decisión de detener a un empresario tan poderoso como Bartolomé Cursach. Pero hacia tiempo que tanto el juez Penalva, como el fiscal Subirán, como los policías que participaban en esta investigación tenían muy claro que el empresario había cometido indiciariamente delitos muy graves, castigados con duras penas de prisión y la única opción posible era su detención.

Cursach pasó el tiempo mínimo en el calabozo de comisaría antes de ser llevado a presencia del juez Penalva. Su estrategia estaba muy clara. No iba a declarar porque no estaba dispuesto a contestar a una sola pregunta sin conocer con detalle de qué se le acusaba y, sobre todo, en base a qué se le imputaban delitos tan graves. Su silencio no fue una sorpresa para el juez, que tomó la decisión de enviarle a prisión, tras dictar un auto de más de 500 folios en el que narraba las pruebas que apuntaban hacia su participación en graves delitos. Se le acusó de homicidio, tráfico de drogas, malversación, delito fiscal, entre otros, pero el más grave de todos era que lideraba una banda organizada.

La misma acusación pesaba sobre su ejecutivo Bartolomé Sbert, la persona que llevaba un mayor control sobre el negocio, que también fue detenido y enviado en prisión, que abandonó meses después tras abonar una elevada fianza.

Aunque esté preso, el empresario nunca ha perdido el control de sus negocios, pero sobre todo maneja las riendas de su estrategia, que tiene como principal objetivo desacreditar al juez y al fiscal, convirtiéndolos en protagonistas de una dura campaña, incluidas varias manifestaciones callejeras en las que se les acusaba de inventarse pruebas para perjudicarle. Pero una cosa ha sido lo que se ha venido pregonando en la calle y otra muy distinta lo que piensan los diferentes jueces que han intervenido en el proceso del caso Cursach. Tres veces su abogado ha pedido su libertad y tres veces se le ha rechazado. Los magistrados sospechan que Cursach está detrás de todos los incidentes que han sufrido los testigos que han declarado contra él, personas que han sido amenazadas por sicarios e incluso han sido agredidas.

Recusación del juez

Cierto es que la iniciativa impulsada por los investigados ha tenido un cierto calado. En estos momentos el juez Penalva, impulsor de esta investigación, está momentáneamente apartado del caso porque se le ha recusado. Hasta la fiscalía apoya que se le aparte de la investigación ante las dudas de que ha perdido su imparcialidad y existen muchas posibilidades que se le aparte definitivamente del caso. Pero esta situación se produce en un momento en el que la investigación está prácticamente concluida y a punto de llevarse a juicio.

En este último año a Cursach se le ha visto muy poco. Además del día de su detención, meses después fue llevado otra vez al juzgado para comunicarle que se le imputaba un delito de cohecho por sobornar a funcionarios y policías, en beneficio de sus empresas. Mientras contestaba a las preguntas del juez desde la calle se escuchaban los gritos de los manifestantes que exigían su puesta en libertad. Manifestantes, la mayoría empleados de sus empresas, que han venido denunciando, sobre todo a través de las redes sociales, que esta causa pivota sobre pruebas falsas y testimonios manipulados, acusaciones que los investigados niegan.

Sin duda, Cursach es en estos momentos el preso más famoso de la cárcel de Palma. El empresario tiene previsto solicitar de nuevo su libertad, con la esperanza de que algún día lo consiga.