De los aproximadamente 1.300 internos que hay en la actualidad en la prisión de Palma, unos 500 precisan asistencia médica diaria. La mayor parte de la medicación que se prescribe son ansiolíticos y antidepresivos, para atender en muchas ocasiones a los trastornos psicólógicos que sufren las personas ante la situación de pérdida de libertad. Por otra parte hay una notable presencia de gente con problemas de drogadicción que deben seguir programas de desintoxicación.
Pero entre los presos hay también muchos con dolencias crónicas de todo tipo: personas con VIH, enfermedades coronarias, diabetes, etc.
La falta de enfermeros y auxiliares de enfermería está afectando drásticamente al tratamiento que estas personas reciben. Los dos únicos auxiliares con los que cuenta la prisión deben dedicar toda su jornada a distribuir la medicación que necesitan estos 500 enfermos, en unas condiciones que han provocado que se registren grandes retrasos y errores en el reparto de las medicinas.
Pero además, esta situación está dejando sin la atención necesaria a enfermos que la necesitan. Se trata de presos de edad muy avanzada, varios de ellos recluidos en sillas de ruedas. Son enfermos de cáncer, o que han sufrido infartos y que están en un estado terminal. En la prisión hay también un centenar de personas con patologías mentales que necesitan mantener un tratamiento muy riguroso. Algunos de ellos se tornan agresivos cuando hay retrasos o errores en su medicación y plantean serios problemas a los funcionarios.
De hecho, en la prisión de Palma hay varios internos que son inimputables, a los que se les ha aplicado la eximente completa de alteración psíquica.
Son personas que deberían estar en un psiquiátrico penitenciario, pero que no son trasladados por falta de plazas, de manera que tienen que recibir en la prisión el tratamiento psiquiátrico que precisan.
