El aumento espectacular de la población de Balears, al ritmo sostenido de quince mil nuevos habitantes anuales, no guarda correlación con la calidad del empleo ofrecido a los inmigrantes. El estudio Repensar Balears del Cercle d'Economia distribuye las contrataciones registradas en la comunidad a lo largo de 2015, con una acusada preferencia por ocupaciones que requieren de cualificación limitada y ofrecen salarios exiguos.

La calidad en el desempeño laboral no está reñida con profesiones como camareros, personal de limpieza, peones albañiles, dependientes de comercio o ayudantes de cocina. Sin embargo, ninguno de estos trabajos figura en la lista de ocupaciones con mayor futuro, dentro de las clasificaciones periódicas al respecto. Sin embargo, monopolizan las incorporaciones al mercado de trabajo en Balears, con un volumen por encima de las cien mil personas.

La accesibilidad y rotación de estas profesiones garantiza que un contingente amplio de la fuerza laboral las haya desempeñado sucesiva o alternativamente. Los sueños de una implantación progresiva de ocupaciones bien remuneradas de los sectores digitales se mantienen en el terreno onírico.

De hecho, se registra una inversión en la proporción de empleos creados por las nuevas tecnologías. El flujo se dirige a la atención de las necesidades elementales y tradicionales del sector turístico, con un ramal hacia la construcción de viviendas para atender las corrientes de inmigración masiva. Prima la satisfacción de las necesidades elementales de la economía regional.

No cabe hablar en propiedad de un fracaso de las políticas de diversificación económica, por la sencilla razón de que no se han producido. España marcha a la cola de la Unión Europea en las parcelas de Investigación más Desarrollo. A Balears le corresponde el dudoso honor de cerrar la clasificación de las distintas comunidades en el apartado innovador.

De este modo se han materializado los nubarrones que proyectaban los observatorios de la Unión Europea al analizar la bonanza balear de los años ochenta y noventa. Por aquellas fechas, se insistía reiteradamente en los riesgos del monocultivo turístico. Al mismo tiempo, los sabios de la UE resaltaban su estupefacción ante la contradicción de una región rica con un ínfimo porcentaje de habitantes con formación universitaria.

En efecto, Balears ya no es una región rica en el concierto europeo, y las preferencias en la contratación no requieren siquiera de la compatibilidad con una formación ambiciosa. La estacionalidad introduce un nuevo factor de vértigo en el panorama laboral, aunque soslayado con la figura de los fijos discontinuos. Cada año, unas sesenta mil personas aparecen y desaparecen del mercado coincidiendo con los meses de bonanza turística.

La conjunción de una población desorbitada y del monocultivo turístico obliga a Balears a una explotación al límite de sus recursos. Casi medio millón de personas pertenecientes a las clases pasivas residen en el archipiélago. La voracidad inmobiliaria y la fiebre del alquiler turístico ha aumentado las tensiones en su contra. Cualquier ser humano que pernocte en Balears a un precio inferior a los cien euros se convierte en sospechoso.

Pese a las teorías del goteo o trickling down, los beneficios del turismo no han desembocado en el grueso de la población. El examen de los salarios por sectores demuestra que las percepciones medias en la comunidad se sitúan siempre por debajo de la media estatal, a igualdad de actividad. Esta distribución poco ventajosa se cumple en industria, construcción y servicios. La adicción a la mano de obra barata llegó al extremo de que una parte de los grandes hoteleros abanderaron el aumento sin precedentes a los trabajadores de sus establecimientos, ante el temor a una revuelta.

Los salarios moderados complican la vida en una región especialmente cara, de nuevo la barrera a franquear de los cien euros por noche. El castigo durante la vida laboral, por comparación con los trabajadores de otras regiones, se traduce en pensiones deficientes. También aquí marcha Balears a la cola, en lo que constituye una amenaza primordial de continuar el encarecimiento del suelo y la vivienda.

El empleo público no compensa en Balears las carencias empresariales. La comunidad se ha mostrado tradicionalmente austera en la contratación con cargo al erario. La proporción de trabajadores de ese sector se halla cinco puntos por debajo del promedio español. En un momento en que los salarios más envidiables corresponden a la Administración, este diferencial achacable al síndrome de región rica juega en contra de la población del archipiélago.

Dado que el peso del sector turístico prosigue su línea ascendente con respecto del PIB, no existe ningún indicador que apunte a un viraje en las actuales pautas laborales.