—Para que se haga cargo del tipo de entrevista: “¿Franco hizo algunas cosas mal?”

—Sí. Franco aceptaba la palabra dictador porque se comparaba con Miguel Primo de Rivera. Fue autoritario y no democrático, pero no lo llamaría fascista. También creó una clase media que es el sostén de la democracia, los “efectos no deseados” de Stanley Payne.

—¿Por qué le pone tanto España?

—Porque me considero nacionalista español, el concepto reivindicado por Felipe González a su llegada a La Moncloa. España ha aportado muchas cosas al mundo occidental. Por ejemplo, el primer pensamiento anticolonial, ya en el siglo XVI.

—Es sospechoso que profesores de izquierda hablen tan bien de un reaccionario.

—Soy tradicionalista y conservador, no creo que reaccionario sea la palabra. También soy católico, aunque cada vez me lo ponen más difícil.

—La ‘estelada’ es una bandera tan vulgar como cualquier otra.

—Para empezar no es una bandera, porque no está reconocida legalmente como tal. Es un “símbolo partidista”, según sentencia del Supremo. Soy el decano, y mi obligación es cumplir las normas de que en el claustro no puede haber banderas. También habría quitado una española.

—Es duro que te expediente tu propia Universitat.

—Hay unas investigaciones previas, me sorprende que se abran por estas cosas y no por cuestiones del servicio docente. Evidentemente, no me gusta y lo llevo con perfil bajo. ¿Qué pasará? Los caminos del rector son inescrutables.

—¿Qué hace los domingos en que no tiene jura de bandera?

—Voy a ver al Baleares con mi padre, de 85 años. Para empezar, solo se puede volver a jurar bandera pasados 25 años de la primera jura. Soy español, y creo que es lo normal si te sientes español. El servicio militar obligatorio era progresista, sustituye a los mercenarios.

—Dejó el Govern Bauzá porque le querían corromper.

—A diferencia del entrenador del Baleares, yo tengo unos principios y procuro no cambiarlos. Lloré porque soy más sensible de lo que parece, y porque mi dimisión se hizo de forma traumática para mí y para mi familia.

—¿Ha hecho karaoke con el himno de Marta Sánchez?

—No lo he cantado y es evidente que no se convertirá en la letra de la Marcha Real, que debería ser el poema escrito en 1928 por Pemán, aunque Don José María no sea santo de mi devoción. Con esta polémica del himno quieren ocultar otros problemas más urgentes.

—Usted también hubiera condenado a Valtonyc.

—Creo en la justicia, y no se puede injuriar a la gente como parece que ha pasado en este caso. A mí me pueden llamar “mal historiador”, que no creo que lo hagan porque no lo soy, pero no insultar a mi familia como me ocurrió en las elecciones a decano de Filosofía.

—¿En qué idioma le habla a su médico?

—Al especialista que me trata de diabetes, en castellano, y a otros en mallorquín. La solución sería dar a los médicos llegados de fuera un plazo para conseguir por obligación un nivel de catalán, pero sin que sea un requisito. Un B1 no es tan complicado para un profesional de esa categoría.

—Més no puede implantar una dictadura catalanista, están siempre de juerga.

—Més es un conglomerado de proyectos dispersos. Hay grupos políticos que solo sirven para estar en la oposición, porque gobernar es muy difícil.

—Con Ciudadanos llega por fin la derecha auténtica.

—No. Ciudadanos tiene el grave inconveniente de una segunda línea floja y con ideas peligrosas. Cuando era director general, me pidieron que el enunciado de los exámenes de selectividad se ofreciera en castellano y catalán. Me negué, y ahora lo ha puesto en práctica la izquierda. Si llego a hacerlo yo, me corren a gorrazos.

—¿Por qué no se tiñe los cabellos?

—Porque no me preocupa mi imagen. Sé cómo soy, no muy agraciado aunque sí un hombre de costumbres, de ahí que vista siempre con corbata por respeto al cargo. Vivimos una época de compadreo antihigiénico, en que alumnos a quienes tratas de usted te tutean, y también tutean al rector.

—Su querido Huguet quiere desterrarles del campus.

—”Querido” tienes que ponerlo entre comillas. Aceptaré el veredicto de la mayoría, pero no me parece bien que responsables de otros estudios que no piensan bajar a Palma, voten para que nos vayamos nosotros.

—¿Sabe qué le digo? Que España no recompensará sus desvelos.

—Si buscara recompensas, sería más cómodo no ser un nacionalista español. Mi mujer me dice que me ha perjudicado expresar claramente mis ideas, pero me siento cómodo así. Y eso que de niño era tan tímido que mi madre estaba preocupada.