Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Opinión

No querían campus, no quieren Ciutat

No querían campus, no quieren Ciutat

El inmovilismo no es apego a un lugar, sino rechazo a otros lugares. La UIB se caracteriza por la hostilidad a cualquier modificación de su status, unida al miedo a integrarse en la sociedad que la sustenta. No concibe el campus como un aislamiento ebúrneo, sino como una huida pedestre.

Bajo estas premisas, la única rebelión que consta en la biografía de los catedráticos eremíticos se corresponde con su irritada sublevación, al exigirles el traslado desde el núcleo palmesano a la carretera de ValldemossaValldemoss. Ahora se acantonan con igual valentía, para declarar que solo abandonarán a rastras el campus que denostabansolo abandonarán a rastras el campus que denostaban.

No querían campus, no quieren Ciutat. Tres décadas después, esgrimen argumentos idénticos aunque simétricos. Las objeciones de Miguel Deyá a la mudanza al Estudio General son categóricas, al igual que todo en su personaje. Sus argumentos valiosos pero no decisivos se agotan en un interrogante para marqueses. "¿Dónde aparcarán los más de doscientos alumnos de estos grados?" En el mismo lugar que el medio millón de palmesanos restantes.

Es curioso que el españolista Deyá se hermane con el independentista Nadal Batle, en la pasión por el campus donde Annie Lennox cifraba la fiebre autodestructora de Mallorca. La coincidencia certifica que la alergia al Estudi General no surge de una negativa a la integración, sino de la pasión por escurrirse del escrutinio social.

Cuando has asistido a clases en el Estudi General, cualquier otra aula parece prefabricada. He tomado lecciones en la carretera de Valldemossa y en el casco urbano, también las he impartido en ambas ubicaciones. Salvo error u omisión, cofundó la Universitat en marzo de 1978, dentro de una junta gestora dominada por catedráticos más atentos a su proyección personal que a la sociedad. La conclusión es muy sencilla, el estamento universitario ni siquiera pretende inmiscuirse en política, siguiendo el consejo de Franco. Pero también es demasiado tarde para travestir a la capital del alquiler turístico en la Sorbona que doctoró a Llull.

Compartir el artículo

stats