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Dos palabritas

Las islas de la burbuja permanente

Las islas de la burbuja permanente

No se engañen. Este movimiento en el sector inmobiliario no es una buena noticia. Los pisos que van a salir al mercado no lo harán a precios asequibles a los residentes y lo más probable es que sean adquiridos por extranjeros como segunda residencia o directamente por empresas de inversión,que no tendrán tanto miedo a las posibles sanciones por dedicarlas al alquiler turístico irregular.

Es lo que tiene vivir en una isla instalada en la burbuja permanente. Desde principios del milenio los precios de la vivienda no han dejado de subir de forma disparatada. Primero subidos a la cresta de la ola de la burbuja nacional, impulsada por las bonificaciones fiscales y la locura inversora de los bancos. Pero luego, cuando se produjo el crack inmobiliario, las islas permanecieron al margen de la bajada de precios de la vivienda que se vivió en la península, propiciado por el escaso suelo disponible y la certeza de que las casas se venderían.

Y el alquiler turístico volvió a disparar los precios. Los propietarios han descubierto que pueden sacar más dinero alquilando un piso por semanas a turistas durante los meses de verano que todo el año a un residente. La consecuencia es que Mallorca se ha convertido en un lugar inhabitable. Los jóvenes mallorquines no pueden independizarse y la gente de fuera que encuentra un trabajo normal no puede pagar una casa.

Y esta tendencia es muy difícil de revertir. Con todas las limitaciones que imponga el Govern, va a resultar muy difícil que un propietario se avenga a cobrar un alquiler razonable cuando ya ha probado la miel del turismo. E incluso, si decide vender estos inmuebles, no lo hará sin tener en cuenta la revalorización que han experimentado en los últimos años.

El mercado manda. Un piso vale lo que alguien esté dispuesto a pagar, y parece que las viviendas de Mallorca mantienen el atractivo para los inversores. El problema es que al final, los únicos que instalarse en la isla serán los turistas. ¿Y los mallorquines? Ya podemos ir haciendo las maletas.

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