Los testigos de la protesta, con bengalas y botes de humo, que llevaron a cabo un grupo de unos 40 militantes de Arran en el Muelle de La Lonja de Palma el 22 de julio han declarado que algunos turistas se asustaron al pensar que se trataba de un atentado terrorista. El restaurante donde irrumpieron varios de los manifestantes ocultos con caretas también ha narrado que tuvieron que tirar a la basura comida y bebidas afectadas por los confetis y el humo rojo y que tuvieron que cocinar nuevos platos para los comensales.

Según los declarantes, varios manifestantes entraron en la terraza de restaurante tapándose el rostro con máscaras. Los jóvenes llevaban camisetas moradas y rojas y portaban pancartas contra el turismo.

Los testigos aseguran que los militantes de Arran lanzaron algunos botes de humo a la terraza del restaurante y los camareros los arrojaron a su vez fuera del local, hacia la zona del mar.

Otros jóvenes tiraron confetis en el restaurante. La acción provocó confusión y miedo en algunos de los comensales, “que no sabían lo que estaba pasando y pensaron que era un atentado terrorista”.

Un dirigente sin camiseta

El personal del restaurante trató de dialogar con los enmascarados y de convencerles de que su local no tenía nada que ver con la masificación turística, pero los chicos y chicas no hicieron caso.

Según los declarantes, un hombre vestido de negro, y que no portaba camiseta morada o roja, parecía ser el “director” de la protesta.

La concentración se disolvió cuando llegaron dos policías del Puerto. Después arribaron dotaciones de la Policía Nacional.

Otros testigos que estaban a bordo de algunos de los yates atracados en el Muelle de La Lonja señalaron que un tripulante arrojó uno de los botes de humo al mar por miedo a que se incendiara el pantalán.

Sin violencia ni daños

Por su parte, Arran, que informó de la protesta días después al colgar un vídeo en internet, rechazó desde el primer momento que la acción se hubiera perpetrado con violencia o daños a personas o cosas. La protesta fue calificada de turismofobia por partidos políticos y otras entidades.