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Opinión

Mallorca es un municipio (p)único

Mallorca D.M., Distrito Metropolitano, es un sambenito de los años ochenta felizmente materializado en la actualidad. En esta isla no hay pueblos aislados ni incendios forestales....

Mallorca es un municipio (p)único

Mallorca D.M., Distrito Metropolitano, es un sambenito de los años ochenta felizmente materializado en la actualidad. En esta isla no hay pueblos aislados ni incendios forestales, porque sus cuatro mil kilómetros cuadrados están urbanizados con ejemplar homogeneidad.

Mallorca es un municipio único. O un municipio púnico, en cuanto desaparecido y solo detectable mediante la oportuna excavación. Terraferida es Terraforense, el escrutinio de las causas del suicidio mientras las instituciones fingen que un cadáver debe seguir creciendo a ritmo de crucero.

La disgregación de Mallorca en municipios atiende a criterios folklóricos. La pérdida irreversible de identidad es una decisión voluntaria de las villas afectadas, y se debe precisamente a la entrega masiva y atolondrada al furor turístico. En cuanto el vecino construye un hotel más, el ayuntamiento de al lado clama esgrimiendo un trato discriminatorio.

Los hipotéticos municipios mallorquines no se alegran de haberse salvado del desastre de la Costa de Calvià, desean emularla. El Consell avala la uniformidad destructiva bajo la eufemística "distribución equilibrada de la actividad". Desde la despersonalización asumida con entusiasmo, suena rapsódico que los alcaldes invoquen ahora la identidad originaria para obtener una zonificación adecuada.

El municipio único también llamado Mallorca no se ha forjado por fusión o asimilación, sino a través del aplastamiento de antiguos núcleos extinguidos sin dejar más rastro que la tradición. El mapa de zonificación certifica el fenómeno y se apresura a celebrarlo con unos millones de turistas más. Un Govern de ultraizquierda habrá perpetrado la mayor liberalización de la industria de los forasteros. En el caso concreto mallorquín, el Consell lucha contra la saturación multiplicándola.

Los municipios ficticios no desean limitar la barbarie, en cuanto invasión de bárbaros, auspiciada por el Consell. Persiguen un aumento de sus cuotas, cuando ningún núcleo con necesidad de vivienda asequible debería colocar su planta exigua al servicio del alquiler turístico.

La izquierda reviste su política conservadora de amenazas punitivas que no asustan a las plataformas, según comprobará quien busque ahora mismo un piso ilegal en cualquier falso municipio de Mallorca.

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