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Dos palabritas

Unos vecinos incómodos

Durante años tuve que convivir con un grupo de indigentes que vivía en un solar abandonado junto a mi casa. Durante ese tiempo fui testigo involuntario de violencias de género, robos, autolesiones, borracheras y broncas de todas clases. Por no hablar de la enorme cantidad de basura que acumularon. El único que les apreciaba era el dueño de un bar cercano, que me contó que cada día se gastaban en cerveza unos 60 euros que ganaban aparcando coches. Así que mi opinión probablemente sea más incorrecta políticamente que antes de tratarles de cerca.

Admito que el problema de los sin techo atañe a toda la sociedad, que es inaceptable que haya personas durmiendo en la calle o malviviendo de la caridad, y que una de las funciones esenciales del Estado es cuidar de la gente que es incapaz de cuidar de sí misma. Me parece perfecto que dediquen parte mis impuestos a mejorar la atención de estas personas, que intenten sacarlos de la calle. Pero ojo, muchas de estas personas sufren adicciones y problemas de conducta que les convierten en vecinos muy incómodos. Así que entiendo que haya gente a la que no le haga ninguna gracia que los instalen en sus fincas. Y que le propongan a la directora insular que se los lleve a la suya.

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