Antoni Cano, el que fuera rector de la parroquia de Selva, apartado temporalmente de la función eclesiástica por las sospechas de que abusó de menores, negó ayer ante un tribunal civil que hubiera abusado de una niña de doce años de edad. Cano es el segundo sacerdote de Mallorca que es juzgado por pederastia y se le acusa de haber sometido a la menor a tocamientos, aprovechando que estaba en su domicilio de Calonge. La fiscal Rosario García Guillot le reclama tres años de prisión.

El sacerdote intentó representar el papel de víctima, lo que conllevó que negara los hechos y mantuviera que la acusación contra él respondía a un móvil económico. Acusó al padre de la menor, que fue monaguillo suyo en su infancia, y quien también le denunció por agresión sexual (que fue archivada por prescripción), de haberle amenazado porque no quiso entregarle los 60.000 euros que le exigía. "Me dijo que si no le pagaba me denunciaría por abusar de su hija. Cuando le dije que no había tocado nunca a la niña, me dijo que el juez le haría más caso a él y a su hija que a mí".

Los hechos sobre los que tendrá que pronunciarse el tribunal ocurrieron presuntamente en el domicilio del religioso, en Calonge (Santanyí). El padre de la niña llevó a su hija a la casa particular del párroco, porque creía que estaría con otra niña de su edad. Sin embargo, en la casa solo estuvieron Cano y la menor. A la hora de ir a dormir, según la acusación, el sacerdote convenció a la niña que se acostara en su misma cama. Cuando estaban acostados, al parecer, el acusado empezó a realizarle tocamientos a la menor en sus partes íntimas. La víctima reaccionó propinándole un codazo, pero al rato volvió a sufrir los mismos tocamientos.

El acusado explicó que fue el padre de la niña que le pidió que hablara con la menor. Su madre se había suicidado y su padre esperaba un nuevo hermano con su actual pareja. "La niña estaba muy mal. Tenía muchas dudas e intenté tranquilizarla. Me contó que su padre le mostraba vídeos sexuales".

Sobre el episodio nocturno, el sacerdote negó que la menor durmiera en su lecho, sino que se acostó en el cuarto que ocupaba la asistenta. "Su padre me dio las gracias tres veces. Me dijo que era un ángel, porque había conseguido con su hija lo que él no había logrado. Quería que la niña aceptara a su nueva pareja".

Sobre el móvil económico, el sacerdote explicó que el padre de la menor se ofreció para encontrarle un comprador por su casa de Calonge, a cambio de una comisión. A pesar de las ofertas, decidió ceder la casa a una persona a cambio de cuidados y alimentos, decisión que, según el sacerdote, indignó a su antiguo monaguillo. A partir de ese momento le exigió el dinero, que no quiso pagar.

Versión diferente

El padre de la menor explicó una versión de los hechos completamente distinta a la relatada por Cano. Detalló que el sacerdote le llamó el mismo día de la muerte de la madre de la menor y le propuso que le llevara a la niña a su casa para poder hablar con ella. De la llamada a la visita pasaron cuatro meses. El familiar explicó que dejó a su hija en esa casa porque creía que estaría la hija de la asistenta. Sin embargo, cuando llegó solo estaba Cano, pero "me dijo que la asistenta estaba comprando". Al día siguiente recogió a la niña en Porreres y no notó nada raro. Sin embargo, meses después "mi hija me pidió que no la llevara nunca más a casa del sacerdote. Después me contó lo ocurrido en la cama". La reacción del padre fue llevarla directamente a la Guardia Civil para denunciar al religioso.

El padre explicó que, 30 años antes, en su etapa de monaguillo, el acusado también abusó de él, pero que en esos tiempos no se atrevió a denunciar a un cura por un delito tan grave. "Estaba todo olvidado, pero el tema resurgió tras las palabras de mi hija". Decidió presentar una denuncia ante la Guardia Civil, para relatar su traumática experiencia infantil por su relación con el religioso. Estos hechos no han podido ser investigados debido a que el delito habría prescrito. Sin embargo, el denunciante detalló que a partir de la denuncia ha tenido que seguir un tratamiento psicológico para afrontar y aceptar los hechos que sufrió en la infancia.

De los hechos que le relató su hija, el padre explicó que a la hora de ir a dormir, el párroco le ofreció que se acostara en otras habitaciones. Una era donde había muerto su anciana madre, y la otra estaba ocupada por las pertenencias de la asistenta. Por ello, la niña decidió compartir la cama con el cura.

Sobre el móvil económico que señaló el párroco, el familiar negó esta acusación. Dijo que se había limitado a buscarle un comprador y que se alegró cuando se enteró que la había vendido.

El testigo no llegó a aclarar el motivo, aludido por la defensa, por el que junto a su denuncia por abusos, entregó una copia del testamento que había escrito el sacerdote.

El interrogatorio de la menor se realizó a puerta cerrada. La hoy adolescente, que está sometida a un tratamiento psicológico como víctima de abusos sexuales, confirmó todas las acusaciones contra el sacerdote. Explicó que le realizó tocamientos cuando estaba acostada junto al acusado en su cama y que tuvo que golpearle con el codo para que le dejara de manosear sus partes íntimas.

Las psicólogas que han atendido a la menor desde que decidió denunciar al acusado señalaron al tribunal que dan una total validez al testimonio de la denunciante. Es decir, están convencidas de que está contando la verdad cuando relata el episodio sufrido por la menor en el domicilio del religioso. El juicio tuvo que aplazarse y continuará mañana.

Por otra parte, el Obispado recordó ayer que al tener noticias de las denuncias contra Cano, el antiguo obispo Javier Salinas decidió apartarlo de su función pastoral y le prohibió oficiar misa. También reafirmó su "firme voluntad de garantizar la protección de los niños y jóvenes ante cualquier tipo de abuso". El proceso eclesiástico contra Cano aún no ha concluido.